Chueca según los ojos de Carlos

Carlos tiene 64 años y es ciego. Todas las mañanas se acerca a la delegación provincial de la ONCE, situada en la calle Prim. “Vengo más por rutina, por estar con los compañeros, que por tener algo que hacer aquí”. Muchos son los ciegos que deben pensar como Carlos, porque a esas horas de la mañana las calles de Barquillo y Prim son todo un hervidero de bastones blancos.
Chueca, de noche
Chueca, de noche
Jorge Paris
Chueca, de noche

Yo le narro a Carlos la anécdota que a su vez hace un momento me han contado en El Cuartel General del Ejército, situado justo enfrente de la ONCE: Al parecer hace un tiempo llegó, directamente desde Barajas, un Militar Holandés para asistir a una reunión en la sede del CGE, y al terminar su visita comentó: “¡Lo que más me ha impresionado de Madrid es la cantidad de ciegos que hay!”.

Carlos ríe la anécdota y añade: “¡Pobrecillo, si sólo vio esta calle... pero hay aún muchos más de los que él se cree, porque los más ciegos no somos nosotros!”.

Este barrio no ha cambiado nada, las calles siguen igual de destartaladas

Entonces, al preguntarle a Carlos sobre la transformación del barrio, me sorprende con un: “Este barrio no ha cambiado en nada, las calles siguen igual de destartaladas, las aceras igual de estrechas, todo igual de descuidado. En lo único en lo que ha cambiado es que por aquí ya no hay niños”.

El japonés Tanizaki escribió un maravilloso librito llamado El elogio de la Sombra, en el que explicaba cómo en occidente nos dejamos deslumbrar por la luz, por los objetos brillantes, mientras en occidente encuentran la belleza en los efectos de la sombra.

Al parecer aquí todos hemos caído cegados por los destellos de las tiendas de diseño, los bares de diseño, la comida de diseño que han invadido el barrio. Sólo Carlos, sumergido en su mundo de sombra, ha sido capaz de “ver” la auténtica realidad de Chueca.

En un principio tenía pensado que fuera Carlos quien me acompañara en mi visita al barrio, pero después de hablar con el quedé convencida de que debía ser Alicia quien lo hiciera.

Al pasar de nuevo con la niña por delante de la ONCE ésta me comenta que: “Los ciegos sí que ven, sólo que no lo hacen con los ojos, si no con las manos, con las orejas, y con sus bastones... ¿A que sería guachi poder ver con la nariz?”.

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