Jordi González: un titán que venció a la depresión, la tartamudez y a los 'haters'

  • Ha declarado recientemente que lleva años queriendo dejar la televisión para afrontar una vida mucho más relajada.
Jordi González, durante 'La gala de Supervivientes' en 2020.
Jordi González, durante 'La gala de Supervivientes' en 2020.
Sergio R Moreno / GTRES
Jordi González, durante 'La gala de Supervivientes' en 2020.

Jordi González se ha convertido en "tremending topic" después de declarar que lleva años queriendo dejar la televisión para afrontar una vida mucho más relajada. Confiesa estar cansado de la presión que supone estar al frente de un programa de televisión por el que, sin duda alguna, recibe críticas insoportables y comentarios vejatorios que rozan la mezquindad. 

También ha compartido que, durante el confinamiento, fue víctima de la depresión y perdió parte de sus ahorros en sólo una semana, pues la bolsa cayó estrepitosamente. Se entiende así que Jordi no está en su mejor momento, aunque que fantasee con cortarse la coleta -no como Pablo Iglesias- para iniciar una nueva vida en Australia no es algo nuevo. Ya lo pregonaba cuando, en la cresta de la ola, simultaneaba varios programas y era reclamo publicitario.

Sus detractores han orquestado una campaña en redes sociales que pretende menoscabar sus capacidades. Lo acusan de estar aletargado, incómodo, poco entregado durante su participación en el debate de Supervivientes y piden, sin ruborizarse, que sea desterrado al ostracismo. Hilan demasiado fino al considerar que sus ganas de dejar de trabajar se entrelazan con las formas que emplea en cada uno de los programas que ha defendido. 

Pretenden que se disfrace de Jorge Javier Vázquez y deje su esencia, el enganche que provoca su asertividad, para ser copia o réplica. Un insulto, teniendo en cuenta que Jordi no es un recién llegado. Los que sostienen que Jordi parece alicaído, incómodo o fuera de lugar no saben o no quieren saber de su brillante trayectoria que empezó en la radio catalana y que le ha llevado a moderar programas tan punteros y recordados como La palmera, Moros y cristianos o TNT.

A pesar de que fue un programa local, Jordi triunfó con la conducción del inolvidable Vitamina N, del que surgieron, a su vez, grandes y valorados comunicadores como Marta Torné o Torito, que ahora despunta como presentador en la autonómica balear y como reportero impredecible en el Viva la Vida de Emma García. 

Fue en este espacio de CityTv donde González empezó a familiarizarse con los contenidos rosas que tan bien y con tanta mano izquierda maneja. Periodistas como Pilar Eyre o el humorista Josep Ferrer, popular ahora por sus imitaciones a los colaboradores de Sálvame, despegaron y cogieron altura gracias a la lealtad y la confianza de Jordi, quien siempre ha querido rodearse de los suyos en todos los proyectos televisivos.

Discreto en lo que respecta a su vida privada, poco o nada ha trascendido sobre sus relaciones sentimentales. Lejos de enfrentarse a rumorología barata, González nunca ha confirmado ni romances que se le han adjudicado ni noviazgos que parecen más bien fruto de la irrealidad. 

En cualquier caso, está claro que Jordi gana en las distancias cortas. Sin luces y taquígrafos es tímido, pero cercano, y gana enteros cuando compartes conversación con él y logras derribar los falsos mitos e inseguridades. Cuando no hay tiempo para los artificios, brota su afabilidad y generosidad. Pocos saben que ha tendido manos a compañeros que no atravesaban buenos momentos. Está sin ser llamado.

Tal vez su omnipresencia es debida a que él tampoco lo tuvo fácil. Siempre cuenta que sus inicios fueron complicados porque un alto cargo televisivo le cerró las puertas al considerar que las marcas que tiene en la cara, consecuencia de una enfermedad tropical que sufrió de joven, le impedirían trabajar en la televisión. A pesar de que ha tenido propuestas para reducir o eliminar las cicatrices, nunca ha accedido porque, además de recordarle quién es, sabe que son parte de su identidad.

No fue el único problema que logró superar para dedicarse a la comunicación, pues en su infancia sufrió una tartamudez que logró superar gracias a la implicación de su madre, que le regaló un megáfono, y a su propia cabezonería. Porque si algo destaca en Jordi González es su capacidad para superarse y no doblegarse ante las críticas.

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