Llegó, vio y arrolló. Martin Scorsese tuvo su particular día de gloria el viernes en el Festival de Cannes que le dedicó un homenaje como presidente de la World Cinema Fundation, una asociación que tiene por objetivo la conservación y difusión de los grandes clásicos del cine.
Gracias a este trabajo, ayer se exhibió Red Shoes, una cinta que ha marcado a varias cineastas de la época de Marty. "A mi, a Coppola, a Brian de Palma... Red Shoes influyó a muchos directores de mi generación", explicó el realizador durante la rueda de prensa.
El criterio para escoger qué películas se restauran para preservar su legado depende de varios factores. "Elijo cintas que me han apasionado o me parecen históricamente relevantes", señaló el director de Taxi Driver. Pero también añadió que uno de los principales motivos que ponen en marcha la maquinaria de la World Cinema Foundation es "el estado de conservación de las copias existentes".
Scorsese no soltó ni una palabra de sus proyectos actuales. "No es el momento adecuado, he venido aquí a hablar del legado de la fundación", se excusó. Así que no se escuchó ni una palabra del biopic de Frank Sinatra que se ha desvelado estos días. Lo único que salió de su boca fue que llevaba trabajando en él "varios años".
A última hora de la noche el estadounidense recibió un baño de masas en la sala Debussy. Con Ang Lee, Harvey Weinstein o Tilda Swinton de testigos, Scorsese, ataviado con traje de gala, introdujo la película que marcó su infancia y que vio por primera vez junto a su padre. Y Cannes le dio el recibimiento que merecía.
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