Reinan lejos de su tierra

  • El busto de Nefertiti, los 'Mármoles de Elgin' y la Piedra de Rosetta, entre otros, son obras tan admiradas como objeto de polémicas.
  • Cuestionan su autenticidad, reclaman su devolución...
El busto de Nefertiti.
El busto de Nefertiti.
20MINUTOS.ES
El busto de Nefertiti.

Monolitos egipcios emplazados en mitad de plazas europeas. Estatuas griegas o la llave maestra para descifrar jeroglíficos, en Londres...

La admiración que causó en los colonizadores y el deseo de éstos de hacerse con obras de arte de tiempos arcaicos ha tenido como consecuencia que, por ejemplo, 235 toneladas de granito rojo, las que pesa el obelisco Flaminio, decoren la plaza del Poppolo de Roma o que más de la mitad de las esculturas que decoraban el Partenón de Atenas -construido por Fidias entre el 447 y 432 a. C.- estén ubicadas en una sala del Museo Británico de la capital inglesa. No pocas obras de arte duermen lejos de su lugar de origen.

La autenticidad de estos monumentos, además, se cuestiona con relativa frecuencia. Cuando los países de origen no los reclaman para ellos sosteniendo que fueron sustraídos de forma ilegal, en su mayoría durante la época imperialista, salen a la palestra nuevas teorías que la ponen en tela de juicio.

La última protagonista ha sido la reina del Nilo, Nefertiti, encontrada en el valle de Amarna, entre Luxor y El Cairo, de 3.400 años de antigüedad.

Un "experimento"

El busto que un día decoró el despacho de Hitler, ubicado provisionalmente en la Alte Nationalgalerie de la Isla de los Museos de Berlín y a partir de octubre en el Neues Museum (museo nuevo), ha sido acusada de "impostor" por el historiador Henrie Stierlin, que no le da más de 100 años de existencia.

Tanto polvo ha levantado que el Museo Egipcio de Berlín se ha visto obligado a certificar que el busto de la reina de la inalterable sonrisa es auténtico.

Stierlin, autor del libro El busto de Nefertiti: una impostura de la egiptología (publicado en Suiza en 2008) considera que el busto fue un "experimento" realizado por un equipo alemán que excavaba en Egipto en 1912.

Para él, su origen es un mero fruto de la casualidad. Sostiene que Nefertiti llamó la atención de un miembro de la familia real sajona, que la fotografió, durante una visita a las excavaciones de estos arqueólogos germanos, que no quisieron sacar al personaje de su error.

El entonces director de las prospecciones, Ludwig Borchardt, fue el responsable -según Stierlin- de moldear el busto de Nefertiti. Sólo quería experimentar con pigmentos.

El director del museo alemán, Dietrich Wildung, que ha calificado al autor suizo de "excelente fotógrafo y divulgador de ciencia", argumenta que sus teorías son muy fáciles de desmontar. Para él, el proceso de creación de la esfinge está demostrado con análisis del material y tomografías computerizadas.

Pero ésta no es la única polémica asociada al busto de Nefertiti, que, como la Piedra de Rosetta, en el Museo Británico de Londres desde 1802, es reclamado por Egipto.

Emblemática

La Piedra de Rosetta es considerada como uno de los monumentos más emblemáticos encontrados en Egipto. Supuso una revolución en la historia de la lengua, ya que sirvió para descifrar los jeroglíficos de los antiguos egipcios al contener un texto en tres formas de escritura: jeroglífica, demótica y griego uncial.

Descubierta en 1799 en Rashid, en el delta del Nilo, por un capitán francés cuando las tropas de Napoleón se enfrentaban en Egipto contra los británicos, la Piedra de Rosetta fue confiscada por los ingleses pese a las quejas de los galos.

Sólo en 1972 pudieron los franceses disfrutar en su casa, en el Museo del Louvre, de esta obra de arte con motivo del 150 aniversario del descifrado de los jeroglíficos. El museo de El Cairo, de momento, se tiene que conformar con una réplica.

Nace un museo huérfano

Otro asunto enfrenta a los ingleses, pero en este caso con los griegos. Ni la campaña internacional para conseguir la reunificación del Partenón ni las continuas reclamaciones han servido para que Grecia recupere las piezas que decoraban este templo dórico, Patrimonio de la Humanidad.

La mayoría de sus 92 esculturas están en el Museo Británico de Londres -se conocen como los Mármoles de Elgin, en honor al embajador británico que las arrancó del friso a comienzos del siglo xix-, si bien también hay restos en el museo del Louvre (el del Vaticano devolvió en 2008 una pieza).

El nuevo Museo de la Acrópolis de Atenas -obra del suizo Bernard Tschumi-, que nació con el objetivo de albergar todas las piezas de la Acrópolis esparcidas por el mundo, abrirá sus puertas el próximo mes de junio con una sala de 25.000 metros cuadrados vacía: la que pretendía albergar los Mármoles de Elgin. Sólo unos moldes reproduciendo las escenas darán testimonio de que las piezas están en Londres.

Y es que los británicos se van quedando sin argumentos: habían justificado su negativa de repatriar los mármoles con la falta de un museo adecuado para conservarlos correctamente en Grecia, pero ahora este centro es ya una realidad.

Otros ya han dado un paso adelante. El Museo Getty de Los Ángeles, el Salinas de Palermo, la Universidad alemana de Heidelberg o una pensionista sueca que tenía un trocito de mármol del templo, han devuelto los trozos que poseían.

Un camino de ida y vuelta

Ciento cincuenta toneladas de peso, 25 metros de altura y 1.700 años de antigüedad. Son las cifras del monolito de Axum, un monumento de piedra que regresó al lugar que ocupaba en el yacimiento arqueológico de Axum (Etiopía) el 4 de septiembre del año pasado, tras 67 años ´exiliado´ en Italia.

El dictador Benito Mussolini quería que éste representara en Roma el orgullo de su conquista colonial. Lo colocó en la plaza de Porta Capena, junto a la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Fueron necesarios casi 7 millones de euros y dos reclamaciones oficiales por parte de los etíopes (en 1969 y en 1996) para que los italianos accedieran a devolver el monumento.

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