Compañeros de viaje

  • Este jueves se cumplen 47 años de la boda de los Reyes.
  • Un largo trecho para dos jóvenes que sellaron en una triple ceremonia un matrimonio bien avenido, pero frustrado en anteriores amores.
Los Reyes están ya a las puertas de sus bodas de oro.
Los Reyes están ya a las puertas de sus bodas de oro.
Ballesteros / EFE
Los Reyes están ya a las puertas de sus bodas de oro.

Cuando se conocieron Don Juan Carlos y Doña Sofía no tenían mucho en común; compartían, eso sí, su año de nacimiento -1938-, su interés en el mundo de la vela -ella participó como suplente en esta modalidad en los Juegos Olímpicos de 1960- y su rancio abolengo. Pero no hubo interés entre ellos aquel 22 de agosto de 1954 a bordo del Agamenón.

La reina Federica de Grecia había invitado a un crucero a los miembros de todas las casas reales europeas para que los jóvenes herederos de Europa se conocieran. Él tenía dieciséis y ella quince pero no se encendió la chispa adecuada. "En aquella época yo no me fijé en ella", reconoció en una ocasión el Rey.

Tampoco hubo química en su segundo encuentro, cinco años más tarde (1959), en la boda de Isabel de Württemberg, en el castillo de Althausen, en Stuttgart (Alemania).

Su novia María Gabriela

En realidad, cuenta Jaime Peñafiel en su libro Retrato de un matrimonio, el heredero de los Borbón suspiraba por otra princesa: María Gabriela de Saboya. En 1960, Juan Carlos volvió a Althausen para la boda de Karl Württemberg con Diana de Orleáns. También acudió al enlace María Gabriela, pero no Sofía.

El noviazgo entre María Gabriela y "Juanito", cuenta Peñafiel, iba tan en serio como para que Franco "condenara" el romance, ya que la princesa italiana no "le caía bien". Era "excesivamente libre y tenía ideas demasiado modernas", confesó a su primo, Francisco Franco Salgado-Araujo.

A Sofía las cosas tampoco le habían ido bien: se dice que estuvo a punto de comprometerse con el entonces príncipe Harald de Noruega, pero la historia no fraguó.

Así las cosas, cuando los dos se encontraron en la boda de Eduardo de Kent, el 8 de junio de 1961, en la abadía de York Minster, el protocolo, que designó a Juan Carlos caballero acompañante de Sofía, propició el romance.

Cuatro meses más tarde, las familias reales de España y Grecia se reunieron en Lausana (Suiza). En los postres, Juan Carlos se acercó al rey Pablo y sencillamente le pidió la mano de su hija. El monarca griego estrechó a su futuro yerno con un fuerte abrazo. El compromiso se anunció el 13 de septiembre: España y Grecia unirían sus destinos en mayo del año siguiente.

Ahora, a las puertas de sus bodas de oro, y a pesar de las lógicas crisis, superadas, dicen algunos, por la llegada de sus nietos, puede afirmarse sin duda que han sido ejemplares compañeros de fatigas.

Un día histórico en la vieja Atenas

Atenas, 14 de mayo de 1962. Con el anciano Partenón como testigo, un joven teniente del Ejército y una princesa helena unieron sus vidas en tres ceremonias: por el rito católico en la iglesia de San Dionisio, en honor a la religión del novio; por el rito ortodoxo en la Catedral Metropolitana, en honor a la novia, y por lo civil en el Palacio Real, donde tuvo lugar el banquete nupcial. Su luna de miel fue un viaje de cuatro meses alrededor del mundo.

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