Fernández del Hoyo regresa al Valladolid de 1620 y defiende "una redención de la sociedad desde los valores del espíritu

La historiadora, profesora de la UVA y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, María Antonia Fernández del Hoyo, ha sido la encargada de pronunciar el pregón de la Semana Santa en el que ha vuelto al Valladolid de 1620, para pintar aquella sociedad y aquella forma de entender la vida, y volver después al momento actual, que "aparentemente" ha evolucionado y está "orgulloso" de sus logros científicos y materiales", aunque lo que necesita buena parte de la sociedad "es una redención que solo puede venir de los valores del espíritu".
La historiadora, profesora de la UVA y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, María Antonia Fernández del Hoyo.
La historiadora, profesora de la UVA y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, María Antonia Fernández del Hoyo.
AYUNTAMIENTO DE VALLADOLID
La historiadora, profesora de la UVA y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, María Antonia Fernández del Hoyo.

Durante su pregón, que ha pronunciado en la Catedral, donde se han cumplido todas las medidas sanitarias derivadas de la Covid-19, Fernández del Hoyo ha recordado su primer acercamiento a la Semana Santa de Valladolid cuando desde Vitoria venía a pasar estos días de Pasión con sus abuelos.

Un acercamiento al que, años después, volvió como profesora del Departamento de Historia de la Universidad de Valladolid lo que le ha permitido "bucear" en la historia social y artística de la ciudad y considerar a las gentes de los siglos XVI y XVII "casi contemporáneos".

Por lo que tras recordar la incorporación de la mujer como penitente de hábito en 1987 y rememorar la tradición de las visitas a los monumentos que se hacían desde la mañana del Jueves Santo, una tradición que se mantiene aún hoy aunque los monumentos son "menos monumentales o menos imponentes que en los siglos pasados", la pregonera ha evocado las conversaciones con otro historiador, Jesús Urrea, con quien fantaseaba con volver al primer tercio del siglo XVII para encontrarse con el imaginero Gregorio Fernández y "preguntarle tantas cosas".

Por ello, Fernández del Hoyo, consciente de que no puede cumplir ese sueño y de que toda la documentación no responda a sus preguntas, ha querido "con un poco de imaginación" evocar el Valladolid de hace 400 años, que también fu año bisiesto, como el pasado 2020.

Valladolid era una ciudad en "decadencia" si se compara con el "efímero" esplendor de los años de la Corte de Felipe II, ya que muchos nobles han dejado vacíos sus palacios y las huertas no encuentran arrendatarios, aunque la Chancillería y la Universidad "ayudan a mantener una no desdeñable vitalidad" y es la Iglesia "la que no experimenta crisis alguna".

Es una sociedad "sacralizada" en una ciudad con una fisonomía moderna tras el incendio de 1561 y por una "pujante arquitectura" desarrolada en los años 80 del siglo anterior, mientras que se mantiene "la pujanza de la construcción" religiosa y el desarrollo arquitectónico viene de la mano de los conventos y monasterios.

"De modo que el perfil de la ciudad está definido por torres, espadañas y cúpulas y su sonido es el de las campanas, que, junto con el reloj de san Francisco, marcan el ritmo de la vida", relata la pregonera, quien asegura que si la arquitectura depende en casi todo de la religión, "¡qué decir de la escultura!".

"Vestir tantos templos y conventos requiere de mucho arte mueble y Valladolid, ya se sabe, prefiere por tradición la escultura" y es cuando en 1620, la escultura en la ciudad vallisoletana tiene un protagonista "casi único", Gregorio Fernández, que se instaló en lo que hoy es Tenerías.

A este taller acuden parroquias, conventos, particulares y las cofradías, clientes destacados "que buscan la excelencia para sus imágenes y están dispuestos a pagar lo que el maestro exija", cuenta la pregonera, que recuerda que Fernández ha trabajado para las cofradías de Jesús Nazareno: 'Sed tengo'; de la Pasión: 'Camino del Calvario'; de la Vera Cruz: 'Flagelación'; y de las Angustias: 'Descendimiento'.

Pero en este mismo tiempo muchas otras obras han salido de su mano, dos de ellas realmente "geniales", la Inmaculada del convento de San Francisco y el Ecce Homo que Bernardo de Salcedo, párroco de San Nicolás, regaló a la cofradía sacramental de su iglesia.

Mientras "la vida discurre sin grandes sobresaltos", evoca María Antonia Fernández del Hoyo, quien recuerda que es un año de cambio ya que toma posesión como nuevo obispo Enrique Pimentel, hijo del Conde de Benavente; el 8 de marzo entra en la ciudad es el el nuevo presidente de la Chancillería, Francisco Márquez de Gaceta, y el El relevo institucional se completará el 25 de junio con la llegada del nuevo corregidor, don Diego del Castillo y Carvajal, caballero de Santiago.

En 1620 los vallisoletanos, "como ahora, salen mucho a la calle. Gustan de pasear por el Prado de la Magdalena en el buen tiempo o por la Puerta del Campo cuando apetece buscar el sol", continúa la pregonera, quien asegura que si "algo que caracteriza la vida de la ciudad, por encima de la escasez y las dificultades de la común existencia, es el ansia festiva de los vallisoletanos, encabezados por sus autoridades".

Como muy bien lo ha estudiado Lourdes Amigo, las fiestas, religiosas o profanas, articulan la vida de la sociedad, desarrollándose durante unos 110 días al año.

Se acerca la Cuaresma de 1620 pero este año no se van a pronunciar los sermones que tienen lugar miércoles y viernes en la iglesia de Santiago "por razones que no se aclaran" y la procesión de Viernes Santo la protagoniza por primera vez la la nueva cofradía titulada de Nuestra Señora de la Soledad, Piedad y sus Angustias, surgida de la fusión de las Angustias y la Piedad "para solventar el enfrentamiento entre ambas por cuestión de horarios".

La pregonera vuelve al presente a una sociedad y un mundo "tan distinto al de 1620" aunque Fernández del Hoyo encuentra un "casi imposible paralelismo entre ambos" y es "la vigencia de lo visual, lo que entra por los ojos" aunque la pregonera precisa que en la actualidad "la iconografía religiosa resulta ajena a una gran parte de la sociedad" por el desconocimiento de lo que se llamaba la 'Historia Sagrada'.

"Los estudiantes, incluso los de Historia del Arte, se enfrentan a esculturas cuyo significado les resulta tan arcano como el de la compleja mitología clásica; un evidente empobrecimiento cultural", ha indicado la historiadora y académica, quien reconoce que es mucho lo que la Historia del Arte le debe a la religión católica.

Así, recuerda las palabras de Manuel Canesí quien dijo de las procesiones de su tiempo, mediados del siglo XVIII, que son tan aclamadas porque "todas las hechuras de los pasos son primorosas, especialmente las de Cristo y su Madre, que en todo son muy perfectas y conmueven a veneración y lástima en cada cosa que representan..."

A lo que la pregonera argumenta que son "un poco duros los sentimientos que adjudica a las figuras de Cristo" porque basta con ver la humildad del Cristo el Perdón o la serenidad y mansedumbre que transmite el rostro del Ecce Homo, aunque reconoce que en las palabras de Canesí aparece el concepto de "la calidad artística".

"Que la escultura sea buena o mala técnicamente no resta a la imagen un ápice de su valor religioso" ha aseverado Fernández del Hoyo, quien reconoce que normalmente, "la calidad contribuye a su atractivo, ayuda a la devoción".

"Por eso me parece del todo absurdo contraponer el sentido devocional, el contenido religioso de una escultura, a su interés artístico. Cuanto más hermosa sea una obra de arte, tanto más llegará a la sensibilidad de quien la contempla", ha subrayado la historiadora y académica".

Cree la pregonera que el contenido de la Semana Santa "sigue teniendo sentido, espiritual para muchos, humano para todos" a lo que ha añadido que la "consideración de la Pasión de Cristo encuentra su reflejo en tanto sufrimiento como subsiste en el mundo actual, aparentemente evolucionado y orgulloso de sus logros científicos y materiales, pero en el que buena parte de la sociedad necesita una redención que solo puede venir de losvalores del espíritu".

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