La crisis le pone la puntilla a la propina, que comienza a desaparecer de los bares

  • Los hosteleros dicen que antes se recogía el doble.
  • Los sociólogos apuntan que este hábito se ve a veces ridículo.
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Ricardo Blanco, en Bodegas Castañeda.
Ricardo Blanco, en Bodegas Castañeda.
A.H.
Ricardo Blanco, en Bodegas Castañeda.

«Bote, gracias». La frase se escucha cada vez menos en los bares. «Quizá», explica Antonio Espantaleón, sociólogo de la Universidad de Granada, «porque es de otra época en la que dejar propina tenía otro significado y la gente era consciente de las necesidades de los demás. Era como un signo de distinción y ahora, a veces, se ve hasta ridículo».

La crisis obliga a apretarse el cinturón y «se mira hasta el último céntimo», apunta Antonio García, secretario de la Federación de Hosteleros. «Cada vez -continúa- se utiliza más la tarjeta y el cliente entiende que el servicio está incluido en el precio, que ya no es tan necesario para que el camarero llegue a fin de mes. Tanto es así, que las recaudaciones de los botes han bajado a la mitad».

El cambio de la peseta al euro hizo que dejar 20 céntimos encima de un mostrador pareciera poco «cuando en realidad son 33 pesetas, lo que pasa es que antes abultaba más y ahora, con la recesión y las monedas de cobre la gente se piensa mucho qué y cómo dar una propina», apunta Espantaleón. «Es un hábito que se está perdiendo con las generaciones, la gente joven es más reacia a estas costumbres. No las entienden».

Antes no había para nada y todo venía bien

Los mayores, en cambio aún recuerdan otros tiempos, «donde no había para nada y todo venía bien», explica Ángeles Pérez. «He trabajado muchos años en los hoteles y ese dinero de más daba, no para comprar lujos, pero sí para comer mejor. Así que mientras viva y pueda agradecer un buen servicio o una atención lo haré».

La realidad económica, sin embargo, hace que no todo el mundo piense así. «En el taxi, como mucho te dejan los diez céntimos de redondeo. La gente mira el taxímetro y si ve que hay atasco hasta se baja. Las cosas no van bien, ni para propinas ni para nada», sentencia Miguel Capelli, taxista.

«Ahora se deja el pico del redondeo». Ricardo es el encargado de guardar las propinas de los 20 camareros que trabajan el Café Central y Bodegas Castañeda (uno de los bares más antiguos de la ciudad).

El bote tiene todas las semanas entre 400 y 500 euros. «Parece mucho, pero si tenemos en cuenta que damos desde desayunos hasta copas por la noche, las cuentas no son tan espléndidas».

Hace un año, reconoce Ricardo, «recogíamos el doble de dinero, ahora como mucho se deja el pico del redondeo». Eso sí, siempre hay gente más generosa: «unos extranjeros nos dieron 60 euros. Y los japoneses son los que más propinas dejan», reconoce.

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