No corren buenos tiempos para José Antonio Canales Rivera. Acusado de haber sido infiel a su nueva novia, se debate entre continuar en el programa en el que colabora o interponer acciones legales para garantizar su privacidad. Demasiada exposición que reabre heridas del pasado, como la mala relación que mantenía con sus primos carnales, Francisco y Cayetano.

Un desencuentro familiar que se ha mantenido en llamas durante los últimos años y que ahora pretenden apagar con piropos tardíos. Me extraña que José Antonio les defienda tanto y tan firme, cuando se pasó demasiados años en la sombra, casi olvidado por quienes son su familia. La rivalidad que les desunió le llevó a vivir momentos complicados y a asumir, por ejemplo, que no podría cumplir algunos de sus sueños profesionales. 

Así las cosas, sufrió vetos y desplantes no solo en las plazas de toros -donde se le consideraba un torero de categoría inferior-, sino también en la esfera íntima. Hubo quien puso como excusa la enemistad entre él y Francisco Rivera para echar atrás la realización de un reportaje en Disneyland que iba a protagonizar junto Maricarmen, la que fuera su mujer, y sus dos hijos.

Canales, que rechazó cualquier contraprestación económica, sí solicitó que se le cubrieran gastos de desplazamiento y estancia en el parque de atracciones. La negativa de la revista imposibilitó cualquier negociación y dejó al diestro sumido en una innegable tristeza: "Ya imaginaba que algo así iba a suceder, siempre me hacen lo mismo", dijo entonces a quien había gestionado la entrevista de marras.

Tras el desplante, Canales lloró como ese niño pequeño que busca su balón perdido. Que le pregunten a Teresa Rivera por el sufrimiento de su hijo y las noches en vela buscando respuestas a preguntas nunca contestadas.