Con sólo un disco a sus espaldas, Alright Still, y con poco más de 20 años, Lily Allen se convertía hace tres años en una de estrellas más polémicas del pop.

Odiada y admirada a partes igual, Allen se dio a conocer gracias a Smile, un pegadizo single sobre una ruptura sentimental que iba acompañado de un videoclip en el que se podía ver a la joven británica preparando todo tipo de  venganzas contra su ex.

Allright, Still vendió 2,5 millones de discos, alcanzó el puesto 20 en la lista Billboard de EE. UU. y llevó a la artista a tocar en los festivales y escenarios más importantes del mundo (su paso por el Summercase de 200 fue una de las actuaciones más controvertidas del festival).

Convertida (a su pesar) en un personaje de la prensa rosa (junto a otras divas del pop como Amy Winehouse), Allen vuelve ahora a ser actualidad gracias a su música. Su último disco,  It’s not me, it’s you, ha sido grabado por la propia artista y por Greg Kurstin, quien también ha trabajado con una lista de artistas tan dispares como Ladyhawke, Britney Spears, Beck o Peaches. Aunque en las letras siguen predominando las relaciones, las rupturas y demás, en este álbum también se atreve con los temas políticos. «Me resulta difícil escribir canciones sin contenido», explica Allen, «trato de escribir cosas que son relevantes para mi vida y también que sean universales a la vez».

De hecho, en canciones como Fuck you toca el racismo, el lado oscuro de la fama y el consumismo aparece en The Fear y la dependencia a las drogas es el hilo conductor de Everyone’s at it. Por supuesto, tampoco faltan las canciones sexualmente explícitas, como Not fair, dedicada a la eyaculación precoz.

Aunque el single The Fear se publicó el pasado mes de enero, es ahora cuando se edita este segundo álbum de Lily Allen. It’s not me me, it’s you, un álbum disco menos heterogéneo que el anterior pero con el que se intuye que hay Lily Allen para largo…