En febrero de 1997, Gabriele Schulze se hartó de todo. Se hartó de su vida en un pueblo cercano Berlín, de su casa, de su familia... y se marchó de su hogar sin motivo aparente y sin avisar a nadie.
Dejó atrás a dos hijos y vagó por Europa durante un tiempo hasta que encontró casa en Suiza. Un refugio precario, hecho con una lona impermeable y una sombrilla, según publica la prensa internacional.
Hace unos días fue localizada por un montañero y desde entonces no se han escatimado esfuerzos para convencerla para que volviera con su familia, que la daba por muerta.
Schulze, reticente en un principio a abandonar su vida en el bosque, donde se alimentaba fundamentalmente de plantas y sobras, accedió finalmente a dejar la que había sido su casa durante el último año (se desconoce qué hizo el resto del tiempo).
"Mi misión ha terminado"
Se reencontró con su hermana y aseguró que en estos doce años no había echado nada de menos.
Además, afirmó que su misión "ha terminado", si bien aún no se sabe a qué se refirió con esta frase.
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