A Juan Carlos García, de 15 años, no le gusta el colegio. Se lo ha dicho claramente a sus padres. Él lo que quiere es hacer un módulo de placas solares. Por eso «se aburre en clase y suele portarse mal», según su padre, Juan García. Varias veces le han expulsado de clase, pero el último castigo ha sido una expulsión de una semana, que se une a las vacaciones de Navidad. Estará casi un mes en casa.
La semana pasada, su padre recibió un parte del consejo escolar confirmando la expulsión de su hijo del colegio Lope de Vega (Parque Alcosa), por «reiteración en un mismo curso de conductas gravemente perjudiciales para la convivencia normal en la clase».
Piensa que esta medida de la expulsión fomenta que a «un niño que no le guste el cole lo vea una forma fácil de conseguir vacaciones y estar en casa». Y añade: «lo que deberían hacer es poner unas clases o tutores especiales para los chavales que den problemas. No echarlos a la calle».
Quiere cambiar la ley
Por eso, está dispuesto a todo para cambiar una ley (en concreto la normativa que contempla estos castigos es el RD 19/2007 de 23 de enero). Tras poner un recurso de alzada al delegado provincial de Educación y una queja formal al Defensor del Menor, se plantea elevar una denuncia por la vía administrativa contra el colegio. «Haré lo que sea para que se cambie la ley. Animo a otros padres a los que les haya pasado lo mismo».
Desde el colegio, su director, explica a 20 minutos que «el procedimiento que se ha seguido es el estándar. Ésta expulsión no es la primera ni será la última». El centro cree que sus compañeros no deben perder el derecho a unas clases «porque haya un niño que de problemas».
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