En su descargo, alegó que lo hizo harto de los "desprecios" que la víctima le venía haciendo a lo largo del matrimonio y del "pitorreo" de sus propios compañeros de trabajo, en el que le llamaban "buey" ante las supuestas infidelidades de ella.
Explicó que el día de autos, después de que la víctima le volviera a pedir la separación, se desplazó en su vehículo a la capital y fue en ésta donde fraguó el crimen.
Aunque, según advirtió, su propósito era el de coger un tren en Valladolid y "poner tierra de por medio", para lo cual había retirado más de 1.000 euros de una cuenta, en lugar de abandonar el pueblo comenzó a pensar en matar a su esposa.
"De regreso a Pedrajas, fui con la idea fija y no tuve otra", reconoció sin inmutarse, y añadió, aún todavía más sincero, que no había tomado alcohol que pudiera nublar sus ideas.
reiteradamente en la cabeza, hasta en más de una veintena de ocasiones.
Acto seguido, la mujer, malherida, huyó hasta la cocina y se desplomó inconsciente, momento en que el acusado, como así reconoció, la hirió mortalmente con un cuchillo de cocina.
"Fui directamente al corazón, la rematé pero con la intención de disminuir su dolor", manifestó.
Jesús mantuvo que su matrimonio a lo largo de 32 años tan sólo funcionó los dos o tres primeros, mientras que los últimos once la relación era nula, hasta el punto de que dormían en habitaciones distintas y ni siquiera comían juntos.
Durante toda la declaración se mantuvo frío, salvo cuando aparecieron en la sala sus dos hijas, momento en el que Jesús se desmoronó. Las hijas definieron a su padre como un hombre "antisocial, violento, dominante y tacaño".
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