"La pedanía de La Raya de Santiago es uno de los paraísos que tiene Murcia"

20minutos ha pasado una mañana en la pedanía murciana para saber qué es lo mejor y lo peor de vivir en ella
La Raya es un pueblo enclavado en el corazón de la
huerta de Murcia. Aún conserva rincones de
limoneros y naranjos y una soleada vereda al paso del río por la que poder pasear. Sus vecinos, gente amable y confiada.

«¿Quieres que te hablemos de La Raya? Vente a casa y te contamos lo que tú quieras», dicen dos vecinas que acaban de venir de ver cómo la nieta juega a la hora del recreo en el patio del colegio.

Mientras se camina por las callejuelas recién adoquinadas de la pedanía hasta llegar a la casa de Isabel Franco y Carmen Martínez (madre e hija) se puede observar que el pueblo todavía conserva cierto aire que impide el paso del tiempo: casas bajas, frescas y con grandes muros; comercios sin letreros y un cementerio que corona el casco urbano.

«En La Raya no hay nada malo. Tenemos farmacias, seguridad, consultorio, centro de la tercera edad, colegio... y unas fiestas maravillosas», cuenta Carmen. Las fiestas en honor a la Virgen de la Encarnación se celebran en agosto. Los actos religiosos incluyen la coronación de la patrona por parte de un ángel, «el ángel coronador», escogido entre las niñas del pueblo cada año.

«Bajan por una bóveda rodeadas por palomas. Hay rivalidades amistosas entre las familias porque todos quieren que sus nietas o sus hijas sean el ángel coronador», explica Isabel.

Local para jóvenes

En la panadería están de acuerdo con las opiniones de sus vecinas. «Este es un pueblo muy tranquilo donde la gente sigue viviendo igual que hace años», dice Mari Ángeles Orenes. Su hija, Lorena Manzano, dice que hasta tienen un local «para los jóvenes de entre 15 y 18 años que nos ha cedido el Ayuntamiento».

En la calle alguien discrepa. «Me encanta La Raya, pero tendrían que arreglar todos los cables de la luz y la electricidad que están por las fachadas. También deberían poner un vigilante por las noches», pide Josefa Bernal.

Sin embargo, al entrar al mini supermercado de la plaza de la iglesia todo vuelve a la normalidad y los halagos hacia el pueblo vuelven a ser la nota predominante: «A mí me encanta vivir aquí. Es un pueblo tranquilo con gente muy buena. Mi establecimiento no tiene nombre. Aquí no hace falta porque se conoce todo el mundo», remata Antonia Martínez.

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