Los pequeños de la casa se visten el babi

  • Más de 24.000 niños regresan al colegio en Valladolid.
  • Acompañamos a Pili, Epi y Mar en su vuelta a las aulas.
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Mar atiende junto a sus compañeros a las primeras explicaciones de la profesora.
Mar atiende junto a sus compañeros a las primeras explicaciones de la profesora.
PABLO ELÍAS
Mar atiende junto a sus compañeros a las primeras explicaciones de la profesora.

Primer día de colegio para 24.811 niños de 116 colegios de Valladolid. Y a las puertas del Macías Picavea, una de las profesoras no pudo tener mejor recibimiento: «¡Hola! te he echado de menos», exclamó uno de sus alumnos, de cuatro añitos, mientras corría para abrazarse a sus piernas ante la cara de sorpresa de sus padres.

Sin embargo, no todos tienen la misma reacción. «Lo que se llama estrés, que no es otra cosa que tensión, existe y se puede dar. Hay que vigilar el comportamiento de los niños, pero sin darle una excesiva importancia. A todos nos cuesta volver a la rutina y cambiar de hábitos», asegura Jesús Niño, del Colegio de Psicólogos de Castilla y León.

Llorar y no querer separarse de sus padres es frecuente, sobre todo entre los más pequeños. No es el caso de Mar. «Le gusta mucho venir al colegio y eso nos hace estar tranquilos y contentos», aseguran sus padres, Pili y Epi, mientras los acompañamos. «¿Es un alivio?», les preguntamos. «En absoluto, estaríamos encantados de tenerla en casa... no vemos el cole como un lugar donde aparcar a los hijos».

Y por supuesto... abuelos

Ayer fue un día especial y la mayoría de los niños iban escoltados por papá y mamá. «Siempre que podemos venimos los dos, si no, el que mejor lo tenga; y a una mala, la abuela», comentan los papás de Mar.

Llegó el momento. Un besito y las manos se sueltan. Ya está formada la fila y a penas hay tiempo para una última mirada. «Que nos vean hablar con los profesores les genera confianza y los padres deben estar relajados para transmitírselo a sus hijos, sin sentir que los estamos abandonando, porque las lágrimas, aunque son contagiosas, duran a penas unos minutos. Y además, lo que hacemos es legal y socialmente aceptado», concluyen los psicólogos.

En el Macías Picavea, más que llantos hubo risas, entre ellas, las de Mar.

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