Seis horas para recorrer 30 km en Dakar

  • Dakar es el principal punto comercial, económico y logístico del país.
  • El gobierno senegalés ha encargado una autopista de peaje.
  • Las obras, las lluvias y el Ramadán han empeorado el tráfico.
Una calle de Dakar, colapsada por el tráfico. (WIKIPEDIA)
Una calle de Dakar, colapsada por el tráfico. (WIKIPEDIA)
Una calle de Dakar, colapsada por el tráfico. (WIKIPEDIA)

¿Irritado porque el bus ha llegado de nuevo quince minutos tarde?, ¿enfadado por la falta de aire acondicionado en el metro?, ¿ofuscado por la nueva operación asfalto? No se preocupe, tenemos la solución a sus problemas de estrés. El tráfico en otros lugares le servirá de consuelo.

Cada día miles de ciudadanos senegaleses tienen que soportar 30 kilómetros de atascos para desplazarse hacia su capital, Dakar. Una ciudad de un millón de habitantes (aunque su periferia alcanza los dos millones) cuyo único punto de contacto con el resto del país (once millones de personas) son dos carreteras mal asfaltadas, de doble sentido, sin iluminar y con múltiples baches: una que va hacia el norte y otra hacia el sur.

Ambas coinciden en el estrechísimo istmo de tierra que forma la península de Dakar. Un cuello de botella que resulta mortal para la paciencia de cualquier conductor. Son más de cinco horas seguidas de atasco

a lo largo de las cuales no se ve a ni un sólo agente del orden. Hablar de hora punta en un caso como éste puede parecer hasta sarcástico.

Negocio en el atasco

¿El resultado? Una infinita línea de coches que permanece casi inmóvil desde las seis de la mañana hasta las doce del mediodía y a la que no se le divisa fin. Un atasco monumental que también supone un gran negocio, ya que muchos aprovechan para vender todo tipo de mercancías a los conductores: carne, telas, gafas de sol, baratijas... otros sin embargo se dedican a pedir limosna, sobre todo los niños abandonados y harapientos que se acercan a los autobuses de turistas con la mano extendida. Algunos pocos más aprovechan para robar a los múltiples camiones que han volcado debido a pésimas condiciones del asfalto. De hecho a los turistas se les prohíbe salir del autobús mientras dura el trayecto.

El resto de alternativas de transporte son inexistentes: sólo una línea férrea que une el puerto y el aeropuerto con el norte del país. Por cierto, Dakar también es el principal punto económico, industrial y comercial de Senegal, concentrando todos los recursos y servicios (escasos) que dispone el país.

¿Soluciones? El gobierno senegalés tiene en mente crear una especie de autobús fluvial que sirva para despejar las carreteras de coches transportando a pasajeros desde el puerto hacia las afueras de Dakar. Idea muy difícil de llevar a cabo dada la mermada economía del país. Lo más viable a corto plazo es la autopista de peaje (cuyo precio por recorrerla queda fuera del paupérrimo bolsillo del 44% de la población que vive por debajo del umbral de pobreza) que actualmente se encuentra construyendo una empresa china... y que no ha hecho si no empeorar aún más las cosas.

Obra parada por el Ramadán

El motivo es que esta autopista cruza por la mitad del istmo, lo que ha obligado a cortar varios carriles de las carreteras que lo atraviesan actualmente para permitir su construcción. Además, las obras se encuentran paralizadas debido a que la mayoría de la población musulmana del país (93% del total) se encuentra de Ramadán, lo que les impide realizar cualquier tipo de actividad durante el día. La temporada de lluvias tampoco ayuda, ya que han hecho que el barro y los charcos (casi lagunas, por su profundidad) invadan la totalidad de la vía.

Un horrible imagen de planificación y eficiencia urbanística, pero una enorme lección de dignidad y saber estar por parte del pueblo senegalés. De hecho el turista europeo observa anonadado la estoica paciencia de los africanos:

ni un sólo mal gesto, ni una bronca, ni un claxon de más. Tienen hasta mensajes de ánimo para el conductor: "Todo pasa, gracias a Dios" se lee en un letrero francés impreso en la parte de atrás de la furgoneta. Otros muchos se bajan impertérritos de su coche y acaban optando por la opción más razonable, pero también la más fatigosa: recorrer a pie los 30 largos kilómetros que les separan del casco urbano.
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