¡Camarero, esto no es lo que yo he pedido!

  • Dos adolescentes estadounidenses revelan cuánto gato por liebre se vende a los clientes de los restaurantes.
  • Los análisis de ADN que han llevado a cabo dicen que el 25% de los productos no se corresponden con lo que se vendió.
Un plato de comida japonesa.
Un plato de comida japonesa.
RICK
Un plato de comida japonesa.

Kate Stoeckle y Louisa Strauss, de 18 y 17 años han demostrado, con la ayuda de un laboratorio canadiense y pruebas de ADN, que en muchos casos el consumidor recibe gato por liebre cuando pide pescado en los restaurantes de Nueva York.

Estas dos adolescentes descubrieron con la ayuda de la biblioteca del Sistema de Información del Código de Barras de la Vida de la Universidad de Guelph (Canadá) que el 25% de lo vendido no es realmente el producto que se publicita.

Las dos adolescentes acudieron a populares restaurantes de sushi -comida japonesa- y supermercados de Nueva York para obtener las muestras de su pequeño experimento. "Pedíamos la comida y nos la llevábamos a casa. Tomábamos muestras del pescado, las conservábamos con alcohol y las enviábamos a la Universidad de Guelph", explica Kate.

Al final, el Instituto de Biodiversidad de Ontario en la universidad canadiense recibió 60 muestras procedentes de 14 restaurantes y supermercados neoyorquinos. Y los resultados fueron más que reveladores. 14 de las 56 muestras de las que finalmente se pudo extraer el código genético resultaron ser algo totalmente distinto a lo vendido.

En todos los casos, los pescados pretendían ser especies más deseadas y caras que lo que realmente eran. Por ejemplo, un rollito de "sushi" que debía contener el preciado atún blanco era en realidad tilapia de Mozambique (también conocida como perca del Nilo), un pez común que normalmente se produce en explotaciones de acuicultura.

Siete de nueve filetes comprados en supermercados y que deberían haber sido pargo rojo (también conocido como mero rojo) eran cualquier otra especie menos esa, desde perca del Nilo hasta Sebastes fasciatus, una especie en peligro de la costa del Atlántico canadiense.

Siempre en perjuicio del consumidor

A pesar de que los errores de etiquetado siempre perjudicaron al consumidor, Louise, Kate y su padre se frenaron a la hora de utilizar el término "fraude" a la hora de catalogar lo sucedido. "No sabemos si el error de etiquetado se produjo al llegar al restaurante o en el mercado o al salir de los barcos".

Lo que si están más convencidos es que la publicación del estudio de las dos adolescentes -que aparecerá en septiembre en la revista científica "Pacific Fishing"- es una llamada de atención al sector pesquero y alimentario, porque con las nuevas herramientas científicas es fácil descubrir este tipo de fraudes.

"Creemos que se deberían hacer pruebas regulares del ADN de los pescados para asegurar que los consumidores se llevan lo que están pagando y que las especies protegidas no están siendo vendidas de forma ilegal", explicó Louisa Strauss.

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