Deberían haber madurado un poquito a estas alturas. A ver si ahora que vienen las vacaciones de agosto nuestros políticos y sus allegados vecinales se serenan un poco, se relajan –nos vendrá bien a todos hacerlo– y empezamos septiembre un poco más calmados. Para eso está la playa, ahí tan cerquita, excepto si cogemos la carretera un domingo a las 11 de la mañana, algo que nos exaltaría aún más.
Lo malo es que el carácter va con uno a todos sitios, incluso a la playa. Y ya estoy viendo reproducirse las discusiones municipales en forma de pelea por un trozo de arena donde pinchar la sombrilla, sobre todo cuando te tropiezas con alguien que plantó la suya –o pagó porque lo hicieran– a las 8 de la mañana y no apareció hasta las 12, y con exigencias. Ni en verano nos relajamos.
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