Las obras sitian de nuevo a los vecinos de la calle de Santiago

La vía está siendo reformada para pasar a ser exclusivamente peatonal. Los viandantes tienen problemas para circular.
Los vecinos de la calle de Santiago están más que acostumbrados a andar entre zanjas, desniveles y máquinas excavadoras. Hace cuatro años, debido al proceso de remodelación del casco histórico de la capital, vivieron durante meses sitiados por las obras. La historia se vuelve a repetir ahora, esta vez debido al plan de peatonalización que va desde la plaza de Oriente al Museo del Prado.

Todos están que trinan. No pueden aparcar ni dormir (las obras no entienden de vacaciones) y viven aislados en sus casas, que hacen las veces de burbuja aislante, si no quieren respirar polvo y crisparse los nervios por los ruidos de las taladradoras. El motivo no es otro que «una nueva obra» que comenzó el pasado 11 de julio para convertir la vía en peatonal.

«Ya estoy cansada de tantas zanjas, cada año aparecen con una nueva, y los que las tenemos que aguantar somos nosotros», comentan un par de mujeres de mediana edad en plena vía, junto a un agujero. Porque nadie se escapa a las zanjas y los socavones.

Javier Elvira, encargado de una peluquería de la calle, califica de «surrealista» la situación que padecen: «En dos años han hecho obras dos veces». Para él, estas reformas están teniendo también consecuencias económicas, puesto que ha reducido las ganancias en un 40%.

A pie hasta el Museo del Prado

A principios de julio comenzaron las obras de la segunda fase del eje peatonal plaza de Oriente-Museo del Prado, que afecta a las calles de Lepanto, Milaneses y a la propia de Santiago hasta su confluencia con Mayor. Estas obras tardarán cinco meses en terminarse. La zona tendrá un pavimento de granito de colores rojo y gris y de piedra de Sierra Elvira. La tercera fase de las reformas de peatonalización comprenderá el eje calle Mayor, Plaza Mayor, Ciudad Rodrigo, calle de la Bolsa y plaza de Benavente.

Matilde de León Vecina. «Me parece bien que quiten de aquí los coches y que sea sólo para que pase la gente. Lo malo es que ahora, mientras duran las obras, me cuesta mucho trabajo andar de un lado a otro por los agujeros del suelo».

Màximo Hernández. Dueño de un bar. «Con tantas obras, esto parece Sarajevo: el polvo se nos mete por las máquinas del aire acondicionado, y hay mucho ruido, que es muy molesto. De todas formas, será bueno para todos que peatonalicen la calle».

Marta Balmaseda. Propietaria de una librería. «Las obras nos están haciendo polvo, no entra nadie, hay cortes de luz... Hemos tenido que suspender un pedido importante porque no hay clientes. Lo peor, que el pavimento estaba nuevo».

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