Mareya, su pequeña Yara, y otras tres personas pudieron embarcarse rumbo a su país en el único vuelo que partió ayer del aeropuerto madrileño con destino a la capital mexicana. En la terminal 1, sentados en bancos, usando el lavabo público como ducha, con sacos de dormir y entre bolsas de comida, quedaba aún casi una treintena de viajeros esperando correr la misma suerte.
A precio de saldo
Todos han conseguido los billetes a un precio reducido (unos 200 euros ida y vuelta) a través de familiares y amigos que trabajan en Aeroméxico, pero los billetes tienen una particularidad: sólo permiten volar cuando el avión dispone de vacantes.
«No comprendo cómo me dicen por teléfono que hay plazas suficientes y llego aquí y no hay», se lamentaba Mauricio Rivas, contable de 35 años, quien confiesa que no puede pagar los 1.000 euros que le piden otras compañías.
Esperando a conseguir dinero para pagar un pasaje de regreso (algo que ya han hecho 15 viajeros), está Rosita Juárez, de 21 años, que viaja con su padre, de 75 y 64 años: «Mis hermanos no nos pueden enviar la plata hasta el martes, así que seguiremos aquí esperando», relata la joven, preocupada por la salud de su madre enferma.
Una historia contada en el cine
La película La Terminal (2004), dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Tom Hanks, relata una historia muy similar a la que viven una treintena de viajeros mexicanos desde hace una semana en Barajas. La Terminal cuenta la historia de Victor Navorski, un visitante que llega a Nueva York desde Europa del este y cuyo país se encuentra en pleno golpe de Estado. Al llegar al aeropuerto J.F.K., no puede entrar en EE UU. En la sala del aeropuerto, el protagonista hace su vida durante meses, a la espera de poder entrar en el país.
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