Sunday Drivers, Tiny telephone

No queda del todo claro que irse a grabar a San Francisco y contra con un tipo del gusto y la reputación de Brad Jones mejore sustancialmente los resultados con respecto a otro tipo de producción con menos campanillas. Es la primera conclusión que a uno se le viene a la cabeza cuando, después de haberse hablado de él durante meses antes de su publicación, después de dar a conocer tales hazañas como primer rasgo distintivo, se enfrenta a la escucha del esperado nuevo disco de los Sunday Drivers.

Efectivamente, el disco no es mejor que su deslumbrante debut ni tampoco suena mucho más compacto que el laureado Little heart attacks. Seguramente no era necesario ni el viaje ni el productor. Aparte de eso, lo nuevo de los toledanos habrá de convencer sin duda a sus muchos seguidores, toda vez que están en él los elementos que les han convertido en estrellas del indie patrio: robustas, inspiradas y asequibles canciones de pop clásico, instrumentación no sobresaliente pero sí compacta y eficaz y, por encima de todo, una voz poderosa y singular, capaz de marcar la diferencia con respecto a cualquier otra banda. El primer single, además, es una canción tan irresistible -acaso más- como lo fueron Time, time, time o Better life, de su disco de debut, o su On my mind, del segundo.

Wilco, Sky blue sky

Han llegado Wilco a ser tan grandes que se han convertido en carne de cañón para la controversia y los palos de ciertos sectores de la crítica. Éstos afilaron sus plumas cuando se encontraron ante un disco más amable y fácil de digerir que el complejo y en buena medida experimental A ghost is born, cuando se encontraron también con las filigranas de Neils Cline, el guitarrista que ha sustituido a Leroy Bach tras la deserción de éste. Sin embargo, el sexto disco de Wilco es, nuevamente, una sólida demostración de poderío, de talento y de actitud, un argumento más para defender su posición en lo más alto del actual rock contemporáneo.

Es cierto que la mayor parte de las canciones de Sky blue sky es más asequible que las de su precedente, que parece haber un cierto regreso al clasicismo de tiempos pretéritos. Lejos, sin embargo, de ser una pega, ese hecho convierte al disco, lleno por otra parte de detalles imaginativos y ciertamente personales, en un artefacto enormemente atractivo. Precisamente es, además, la guitarra de Cline uno de los elementos que más hace avanzar a la música de Wilco en este álbum, una de las particularidades más notables del mismo.

Solamente con esas sugerentes guitarras y la cautivadora voz de Tweedy hay material con el que sustentar un disco que, definitivamente, se sitúa entre lo mejor del año.

Layabouts, Layabouts

Usan con habilidad todos los trucos presentes en muchas de las mejores bandas del actual rock británico, y resultan enormemente efectivos cuando, como en un potencial single de éxito como Fine for me, aciertan con una melodía sencilla pero certera. Cuando los esbozos que aparecen en el disco de debut de este cuarteto madrileño se conviertan en canciones de verdad harán un gran disco.

Editors, An end has a star

Ya llamaron la atención de los aficionados a la cool wave con la edición de un primer disco quizá demasiado mimético en la recreación de sonidos aprendidos de Joy Division o Echo and the Bunnymen (o incluso sus coetáneos Interpol). Esta segunda entrega no es que sea mucho más original, pero sí resulta más fácilmente digerible, en virtud, sobre todo, a unas canciones más vibrantes y enérgicas y a una producción menos oscura.

Fernando Alfaro y los Alienistas, Carnevisión

Tres años después de la edición de Koniec, el trabajo con el que se despidieron Chucho, el que también fuera cantante y principal compositor de Surfin´ Bichos publica por fin su primer disco en solitario. Tan personal como siempre, Alfaro ofrece en su nuevo disco muchas de las claves habituales en su música, aunque el álbum acaba resultando, a pesar de su densidad, más accesible que en otras ocasiones, gracias sobre todo a una producción algo más ligera.