Algunos críticos han dicho de ella que es una «inclasificable bestia escénica» y una «efervescente anomalía del underground centroeuropeo». Claro que, es lo que se puede esperar de una artista que se crió en San Francisco en pleno apogeo hippie de los años 60 para después mudarse a una pequeña aldea en la montaña suiza donde sólo se habla un incomprensible dialecto alemán.

Del schock cultural nace su esencia, que le ha servido para crear discos deliciosos en los que conjuga temas propios con reinvenciones de clásicos, siempre bajo uno de sus lemas favoritos: «diversión en serio».

Esta Heidi de los escenarios completó su formación en el jazz y las artes escénicas y ha hecho de sus viajes por el mundo su particular coctelera de sonidos.

Su voz, acompañada por una tuba y un trombón, es cualquier cosa menos normal y aunque, a priori, parece extraño, para ella refleja la fusión entre los montes suizos y los pantanos del Missisipi. Muy personal.

El directo de Erika Stucky tampoco tiene desperdicio. No sólo canta, además diseña el espacio sobre el escenario y conjuga el entretenimiento y la música, todo aderezado con un poco de teatro y proyecciones audiovisuales en súper 8 presentadas en multitud de idiomas. Vamos, mestizaje y pura vanguardia.

* Sala Ambigú. Viernes. A las 20.30 horas. Precio: 7.50 euros.

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