El polígrafo se pone de moda en Barcelona para medir infidelidades

  • Un centenar de barceloneses se sometió a la prueba en el último año.
  • También se descubre a ladrones.

Convencer a la pareja de que no se le ha sido infiel sale por 700 euros si se quiere pasar la «infalible» prueba del polígrafo que desde hace año funciona en Barcelona, Málaga y Madrid. Un centenar de barceloneses ya se han sometido a este aparato.

En el 70% de los casos ha sido para «esclarecer una supuesta indifelidad, un robo en el hogar o abusos sexuales», según explica David Fierro, jefe de marketing de Omnis, empresa que ofrece este servicio en Barcelona.

El sospechoso acude voluntariamente a demostrar su fidelidad, que «queda reforzada» tras pasar la prueba, aunque, en algunas ocasiones, «algunos se quieren marcar un farol y les sale mal», comenta Fierro a 20 minutos.

La prueba del polígrafo también es requerida por empresas para investigar robos o fraudes por parte de sus empleados. «Algunas veces es la única manera de conocer los hechos», afirma Fierro, «una empresa no puede obligar a nadie a pasar la prueba, pero normalmente es la manera que tienen los sospechosos de demostrar su inocencia». El polígrafo no vale ante un juez, salvo que éste pida su repetición, pero deja al culpable entre la espada y la pared para aceptar el despido.

Selección de empleados

En México y en otros países, el polígrafo es utilizado «de forma preventiva» por las multinacionales para «medir la honestidad» del aspirante a un puesto de trabajo, en lugar someterlo a los agotadores psicotécnicos que se efectúan en España. Con este método, según sus promotores, es más fácil saber si se ha mentido en el currículum, los motivos de haber dejado el anterior trabajo o si se quiere el trabajo por unos meses.

La prueba del polígrafo de las televisiones para destapar escándalos de los famosos nada tiene que ver con la realidad. La sesión dura dos horas pero la persona sólo está conectada al polígrafo 20 minutos. El poligrafista y el cliente están solos y todo comienza con una charla en la que se expone el conflicto, con el polígrafo apagado. Las preguntas quedan establecidas de antemano y el interrogado debe estar conforme con ellas. «Son tres y cuatro, no 20 como en la tele, y se le repiten varias veces para que sea más fiable», explica David Fierro.

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