«¿Qué estoy muy joven?, pues yo me siento como una cacatúa arrugada». Pilar Moliner, que este verano cumplirá 101 años, no ha perdido el sentido del humor. No sabe si esa energía se la debe «a lapastillita que me ha recetado el médico» o a los cinco kilómetros que caminaba a diario hasta hace muy poco.
Y es que, como le decía su marido, ella es una «mujer de asfalto» con una carácter alegre y que ha estado «siempre en la calle». Sólo lamenta que por culpa de su reciente ceguera no puede ver la reforma de Gran Vía, la calle en la que ha vivido todos estos años y que le han contado que «está cambiadísima».
Pilar fue homenajeada ayer en el Ayuntamiento de la capital como una de las mujeres más ancianas de Granada. Regresó así al mismo consistorio en el que fue concejal su marido durante el franquismo.
Le ayudó a soplar la velas Antonia Arco, vecina de Alomartes (Íllora), de casi 104 años. En su caso era la primera vez que visitaba una institución local de este tipo porque a la capital «ha venido sólo para cosas de médicos», explica su nuera. Hasta hace un año, Antonia se divertíra leyendo libros religiosos y revistas del corazón.
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