Las inyecciones paralizan el músculo de la vejiga e impiden que la orina se escape involuntariamente, según el jefe del servicio de urología de dicho centro, Valentín Muruamendiaraz. El único problema es que el botox acaba desapareciendo, por lo que los pacientes han de volver cada seis o siete meses.
Las inyecciones de botox ya venían usándose en otras áreas del hospital, como reumatología o neurología, ya que son un método "sencillo y con complicaciones cero", indicó Muruamendiaraz.
La idea de la dirección del hospital es ingresar a los primeros pacientes que se sometan a esta operación para mantenerles vigilados, pero esperan que en poco tiempo esta intervención se haga en los ambulatorios.
Esta operación podría beneficiar a muchos colectivos de personas que sufren incontinencia: mujeres que hayan tenido un hijon recientemente o sufran la menopausia, enfermos de esclerosis múltiple, diabéticos y parapléjicos, por ejemplo.
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