Hay veces que uno tiene que usar todas sus armas. O al menos, aquellas que tenga a mano. Bryan Cranston, protagonista de Breaking Bad, bien lo sabe y así se lo hizo saber a un espectador exasperante.

Él estaba en el teatro, templo sagrado para la inmensa mayoría de intérpretes, donde no se aceptan interrupciones ni mucho menos comportamientos inapropiados... o mirar el móvil insistentemente.

El actor ha confesado en el programa de televisión Late Night with Seth Meyers la actuación que más le ha hecho perder los nervios de cuantas ha vivido y el tremendo enfado que llegó a tener por dentro.

Aunque le vino bien. Cranstron, que estaba interpretando en Broadway la obra All the way, en la que interpreta al expresidente de Estados Unidos Lyndon B. Johnson y que luego fue llevada al cine con él mismo en el rol principal, descubrió que en primera fila un joven no cesaba de mirar su teléfono, lo que le distraía continuamente.

"Aquel chico tenía como unos 16 años y no paraba de mirar hacia arriba y hacia abajo, nunca hacia los lados, que es algo más o menoshabitual en el patio de butacas cuando dos espectadores hablan entre ellos", comenzó su relato.

"Aquel comportamiento tan raro llamó mi atención", continuó el intérprete, "así que me acerqué disimuladamente mientras actuaba para saber qué diablos estaba haciendo y descubrí que estaba mirando su móvil y escribiendo, lo que hizo que empezara a cabrearme".

Lejos de parar la obra, Cranston pensó cuál era la siguiente escena que había de protagonizar. "Pero no tanto por él como con sus padres, que estaban sentados a su lado y no le habían llamado la atención", rememoró, al tiempo que recordaba que su siguiente monólogo "tenía que decirlo muy cabreado".

Y es que, con todas las tablas que da la experiencia, sabe que hay un truco para poder vocalizar mientras se grita y que es un rasgo común en esta clase de interpretaciones. "Era un speech muy salvaje, lleno de ira, lleno de intensidad y sí, también tenía que escupir mucho mientras lo decía".

Dicho y hecho. "Así que lo que hice fue ponerme delante de él antes de decirlo y os aseguro que el pobre chaval no sabía dónde meterse con la lluvia de saliva que le cayó encima", finalizó Cranston, que desconoce si la venganza surtió efecto pero que espera que con esta divertida anécdota nadie se atreva a ir al teatro  y no atender la obra.