Una comunidad de vecinos pequeña es como una familia: si sus miembros se llevan bien, puede convertirse en un lugar muy cordial; pero si lo que reina son las malas vibraciones, lo mejor es poner tierra de por medio.
El pago de derramas, la ejecución de obras o la renovación de cargos son las causas más frecuentes de conflicto en este tipo de inmuebles.
Una cuestión de dinero
Los vecinos de estas comunidades suelen ser personas mayores con pocos recursos que habitan el edificio en régimen de alquiler de renta antigua o jóvenes que quieren vivir en el centro de las ciudades, donde se concentra la mayoría de las fincas pequeñas.
«Los principales problemas vienen por las obras de gran importe, como las derivadas de la Inspección Técnica de Edificios, puesto que al tratarse de pocos propietarios, éstos tienen que realizar una mayor aportación económica», afirma Patricia Briones, abogada de la secretaría técnica del Colegio de Administradores de Fincas, que apunta a la instalación del ascensor como otra fuente de problemas, sobre todo en fincas de más de cuatro plantas y con personas mayores.
Sin embargo, se suelen presentar menos casos de morosidad, por la falta de anonimato entre los vecinos, y normalmente hay un mayor control de las cuentas que en comunidades mayores.
Presidentes vitalicios
La renovación de los cargos es otro de los problemas que se plantea en comunidades de pocos vecinos. «Normalmente hay un propietario que siempre ha ejercido el cargo de presidente y es contrario a abandonarlo, bien por orgullo, bien por desconfianza», declara Briones.
Además, ante la falta de presupuesto, en muchos casos es el mismo presidente quien ejerce de administrador del edificio, una práctica desaconsejada por los profesionales del sector.
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