Su vida serviría de guion de cine sin cambiar una coma. O incluso de miniserie. Porque a sus 67 años, la húngara Ilona Staller, más conocida como Cicciolina, ha vivido una auténtica montaña rusa... aunque ahora esté en uno de sus puntos más bajos.

Quien fuera mito érotico y despertar sexual de muchos jóvenes en todo el mundo, está ahora vendiendo casi todos sus recuerdos, entre ellos el famoso vestido de la bandera de Italia, y confiesa que lleva tres años sin practicar sexo.

En una entrevista para Vanity Fair, la actriz porno, música esporádica y política en el Parlamento transalpino (diputada por el Partido Radical) ha hablado largo y tendido de sus actuales problemas y del mal momento en el que se encuentra. Y no ha dejado nada en pie. En su última entrevista con el medio, hace tres años, confesó que ella era "la primera Lady Gaga".

La mujer que comenzara como modelo a los 13 años (lo de sexualizar a una niña ya tal) mientras limpiaba habitaciones de hotel en Budapest y actuaba como espía en la última etapa del Telón de Acero está en bancarrota, con cero ahorros, por lo que actualmente vende sus objetos más personales y a los que guarda un cariño por lo que significaron en su día.

Como el vestido con la bandera italiana (y "sin bragas debajo") que se puso para su debut en 1987 en el Palazzo Montecitorio romano, sede de la Cámara de los Diputados. Ella dice que, subastado, "puede vale un millón de euros", pero difícilmente alcance esa cantidad.

También se desprende de las diapositivas originales (50 en total) de Made in Heaven, un proyecto de alto contenido erótico en el que fue retratada por el artista neoyorquino Jeff Koons, autor del gigantesco cachorro floral que se exhibe en Bilbao junto al Museo Guggenheim, por ejemplo.

Este, además, fue su esposo brevemente. Se casaron en 1991 y desde poco después no puede entrar en EE UU: hay una orden de arrresto internacional contra ella desde que se escapara de Nueva York con Ludwig, el hijo de ambos, aunque la justicia nortemaericana fallara a favor de la custodia de Koons.

O de su ático de 250 metros cuadrados. Sí, el mismo en el que convivió una época con su tigre de bengala, que en su peculiar película vital no podría sair de casa, a tenor de sus palabras.

"Nunca lo sacaba de casa porque una vez mordió a una niña pequeña en el parque", comenta Cicciolina de aquella época en la que llegó a ofrecerle sexo a Saddam Hussein para que pusiera fin a la guerra.

Además no es ajena a las redes sociales, y ya está buscando formas de ganar dinero con ellas. A través de Instagram, ofrece experiencias inusuales a sus seguidores, como cenar una pizza con ella o jugar a ese deporte en el que "podría vencer a un profesional": el ajedrez.

Porque necesita el dinero para alcanzar uno de sus sueños (otro más): "Abrir un hermoso spa, un gran restaurante, un club privado a mi nombre y también un hotel muy bonito". Ahí es nada.

Y para ello no ha dudado en demandas a la casa Sotheby's, a la que achacaba el haber vendido las diapositivas de Made in Heaven sin su consentimiento y sin pagarle derechos de imagen. Veinte millones de euros les reclama ni más ni menos.

Para acabar, pero muy importante para Cicciolina, es el tema del amor. Bueno, del sexo. Porque la exactriz porno, aunque volvió a ponerse delante de una cámara en 2016 "no como un regreso, sino como el regalo más grande a mis fans" confiesa ahora que "hace tres años" que no hace el amor.

"El amor lo hago en casa, conmigo misma. Los hombres a menudo ni siquiera lo intentan. Quiero una persona seria, alguien que me ame", afirma, teniendo el mismo problema que Charlize Theron ha anunciado recientemente. Y oye, la actriz sudafricana bien podría interpretarla.