Coger el coche y atravesar la Península, una idea fantástica que sigue los conceptos del 'slow driving'.
Coger el coche y atravesar la Península, una idea fantástica que sigue los conceptos del 'slow driving'.
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Tres destinos del interior de España perfectos para recorrer en coche

Nuestro país cuenta con una riqueza indiscutible en sus costas, pero muchas veces olvidamos la magia que guarda el interior de la Península. La mejor manera de enamorarse y sorprenderse con los rincones que guardan estas zonas es a través del slow driving: coger el coche y adentrarse en las carreteras secundarias para disfrutar del viaje.

Extremadura: belleza en flor

Valle Jerte
Valle Jerte

El buen tiempo de la primavera tiñe de un bello blanco las tierras que conforman la zona enclavada entre la Sierra de Gredos y la ciudad de Plasencia, la comarca serrana conocida como el Valle del Jerte.

Si algo destaca de este lugar es la floración de cerezo que se produce con la subida del termómetro tras el invierno, un espectáculo considerado fiesta de Interés Turístico Nacional. Además de este singular paisaje, el valle está encallado entre sierras que superan los mil metros de altitud, siendo además un paso natural entre Extremadura y las tierras del Duero, lugares de trashumancia por los que todavía discurre el Camino Real que conduce al ganado hacia los pastos de verano.

Estas características hacen del valle un lugar perfecto para recorrer en coche, admirando la exhuberancia de la campiña mientras se alterna el viaje con paradas en pueblos de la zona. Podemos optar por la ruta lineal, paralela al Jerte, que sigue la N-110 durante 30 kilómetros y pasa por Navaconcejo, Cabezuela del Valle, Jerte, Tornavacas y Puerto de Tornavacas.

Pero, sin duda, la ruta circular es la alternativa perfecta para aquellos que disfrutan del camino: a lo largo de 50 kilómetros, se recorre la sierra con paradas en Valdastillas, Piornal, Barrado, Cabrero, Casas del Castañar, El torno y Rebollar.

Aragón: paseo por el desierto

Monegros
Monegros

Tierra, piedra, arena, polvo, zonas abruptas y una vasta extensión de terreno árido como no existe otro en toda la geografía nacional. El desierto de los Monegros es una excepción orográfica y una aventura segura para quienes deciden adentrarse en su magia particular.

Situado entre las provincias de Zaragoza y Huesca, sus 2.764 kilómetros cuadrados de estepa y clima semidesértico hacen de esta zona un lugar perfecto para disfrutar del camino sobre las cuatro ruedas. Con más de mil senderos, el terreno ofrece distintos tipos de rutas que se adaptan al perfil de cada viajero: desde las que requieren de un todoterreno para desplazarse hasta Alfajarín, hasta las más populares como la de Torrollones-Fertilidad o la del Barranco de la Valcuerna.

A pesar del aspecto decadente y yermo del terreno, los Monegros sorprenden con lugares como el Santuario de la Virgen de la Sabina, un torreón del siglo xiii y la ermita de San Caprasio, construcciones llenas de historia que emergen como espejismos en mitad de la nada.

Lugares inhóspitos como trincheras y búnkeres que datan de la Guerra Civil pueden recorrerse en la ruta Orwell, donde combatió el escritor. Y para los cinéfilos, estos puede sentirse Javier Bardem y Penélope Cruz en Jamón, Jamón a lo largo de 42 kilómetros.

Un recorrido por el pasado

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Medina Azahara o la Mezquita de Córdoba son verdaderos emblemas del legado andalusí en España, pero lo cierto es que la herencia del Califato se deja sentir en gran parte del sur de la Península.

Esta ruta se centra, precisamente, en esos monumentos árabes que recuerdan el pasado de nuestro país. Comienza en Córdoba, como no podría ser de otra manera, pero discurre por un camino de pequeños pueblos que lucen sus propias murallas, fortalezas y medinas como núcleo de los asentamientos posteriores.

Tras salir de la capital, atravesar la provincia y pasar el Guadalquivir, llegamos a un cauce que servirá de guía: el del río Guadajoz. En su cuenca encontramos la primera parada, Castro del Río, en la que los restos de la medina se funden con otros aún más antiguos: los que dejó el Imperio Romano, que todavía resuena en los restos de villas, silos y acueductos. Siguiendo la Nacional se llega a Baena, que vista en su colina parece anclada en el pasado.

Tras un paseo por sus calles, es momento de pasar por Zuheros, a la sombra de la Subbética cordobesa; por Luque, cuyo castillo luce como sacado de un cuento; y por Alcaudete, presidido aún hoy por una imponente fortaleza. Para pasar la noche, nada mejor que observar la panorámica descansando en Alcalá la Real.