Vive en Sintra, Portugal, totalmente aislada del mundanal ruido. No quiere saber nada de todo lo que en España se debate en estos días. Ni siquiera lo que concierne a su familia. Porque Carmen Martínez Bordiu ha empezado el nuevo año prometiéndose que no se verá envuelta en polémica alguna.

Ha trazado un cordón sanitario que la separa de todo aquello que en el pasado le ha provocado más de un quebradero de cabeza y mira al futuro sin recordar el pasado.

O eso es lo que parece. Enamorada –aunque me confiesa que todavía no tiene planes de matrimonio por aquello de "tres bodas y un funeral"– y en contacto con sus amistades, las de siempre, esquiva las conversaciones que llevan el apellido de su familia como hilo conductor.

Sin embargo, ante las especulaciones acerca de lo que ocurrirá con su título nobiliario, Carmen me asegura que nada ha cambiado. Confirma que ostenta el Ducado de Franco desde hace varios meses, "cuando lo publicó el Boletín Oficial del Estado", matiza.

Responde con un tono que evidencia relax y desconexión. No quiere ser carne de titular ahora que la actualidad ha devuelto a su familia a la primera plana informativa y tampoco quiere falsa pleitesía.