Vicente Vallés: "Putin tiene la educación y la preparación propias de un espía"

  • El periodista analiza en su nuevo libro la sospechosa cadena de muertes de funcionarios y mandatarios rusos.
El periodista Vicente Vallés, en la Gran Vía de Madrid.
El periodista Vicente Vallés, en la Gran Vía de Madrid.
JORGE PARÍS
El periodista Vicente Vallés, en la Gran Vía de Madrid.

Un espía en el poder, muertes sospechosas, manipulación de masas... la ficción es apenas una aficionada abrumada por la superioridad de la realidad rusa, como refleja el periodista Vicente Vallés en su libro El rastro de los rusos muertos. Occidente en manos de Putin (Espasa),un trabajo documental que nos advierte sobre el poder del miedo y de las redes sociales.

Este libro surgió "casi como una continuación del libro anterior, que hablaba sobre Putin", explica Vallés, que explica: "Después de acabar ese libro, hace un par de años, seguí investigando sobre lo que había pasado durante las elecciones presidenciales americanas y rápidamente encontré algunos asuntos interesantes sobre la injerencia rusa en esas elecciones".

¿Qué le espoleó?

Una llamativa sucesión de muertes de diplomáticos rusos que comenzó justo el día de las elecciones en EE UU, con el fallecimiento de un... responsable de seguridad, algo más que eso, en el consulado ruso en Nueva York. Siguiendo ese rastro pude empezar a trabajar en la idea del libro, que va en dos direcciones, por un lado cómo se ejerce el poder desde el Kremlin y cómo se utiliza el miedo para mantener el poder y por el otro lado cómo desde la Rusia de Vladimir Putin se intenta influir en los países occidentales, no solo en EE UU, también en Europa occidental.

¿Demasiada casualidad en todas esas muertes?

Sin ninguna duda. Hay un buen número de muertes, diplomáticos, periodistas, dirigentes políticos de la oposición, oligarcas, gente de empresa... y hay asesinatos, muertes en circunstancias extrañas. ¿Todas las muertes que aparecen en el libro se han producido por alguna interferencia que viniera del Kremlin? Seguramente no. ¿Es posible pensar que todo eso ocurre en Rusia también a partir del trabajo del gobierno ruso? Por supuesto que sí. El libro explica un sistema de funcionamiento: hacia el interior solidificar el poder del Kremlin con el miedo y en el exterior intervenir en los asuntos de los demás países.

¿Debemos empezar a creer en las conspiranoias?

No es cuestión de creer en conspiraciones permanentemente, es cuestión de tener datos. Este libro está lleno de datos. Y después cada uno analiza los datos como cree conveniente y es libre de pensar qué es lo que ocurre.

Después de escribir este libro, poniendo el foco en esas muertes sospechosas, ¿le da reparo viajar a Rusia?

He estado en Rusia en varias ocasiones y ahora no tengo un reparo especial en ir, aunque no lo tengo previsto. No sé si soy suficientemente importante como para incomodar. De hecho, en Estados Unidos y en Reino Unido se ha escrito mucho sobre este asunto, aunque con otros puntos de vista. Es importante que nos demos cuenta de lo que está pasando y tomar decisiones.

¿Quién y cómo es Vladimir Putin?

Es un espía, como él mismo dice en algunas ocasiones. Tiene la educación y la preparación propias de un espía y el análisis político que haría un espía.

En Rusia hay elecciones, pero no una alternativa real a Putin... ¿Hasta cuándo?

Es difícil de saber. Un problema de Rusia, visto desde occidente, es que no hay tradición democrática real en Rusia, no la había con los zares, no la hubo durante la Unión Soviética y aunque ese régimen cayó no se generó un sistema democrático comparable al occidental.

¿Por qué?

Probablemente porque en Rusia y en buena parte de su ciudadanía no hay interés porque sea así. Se generó un sistema semidemocrático en el que objetivamente no hay una alternativa con un poderío tan fuerte como el de Putin.

Lo que tampoco ha cambiado es el espionaje...

Se ha establecido un sistema que ha heredado algunos de los mecanismos que se utilizaban en los tiempos de la Unión Soviética, como por ejemplo los servicios de inteligencia, que siguen funcionando de una forma similar y utilizando técnicas como las que se utilizaban en la Unión Soviética, lógicamente evolucionadas por las capacidades tecnológicas de los tiempos modernos.

Se cita en el libro la "inocencia" de los gobernantes europeos que piensan que hay una forma correcta de estar a bien con Rusia...

No hay capacidad por parte de la Europa occidental ni de Estados Unidos de averiguar cual es la fórmula para gestionar las relaciones con Rusia. Desde el fin de la Unión Soviética los grandes líderes de EE UU y de los principales países europeos han pensado que podían empezar desde cero sus relaciones con Putin, hasta que acaban por darse cuenta de que todo acaba siempre de la misma manera y que no ha habido una gestión política inteligente con Rusia, quizá porque no existe la manera de hacerlo.

¿Nos defendemos de las injerencias rusas?

Ahora se están empezando a dar cuenta de que esto es algo serio. No solo es la victoria de Trump en EE UU y el triunfo del brexit en Reino Unido, es también el crecimiento, animado en parte por Putin, de los extremismos de izquierda y derecha en los países occidentales.

Las redes sociales se utilizaron tanto en la victoria de Trump como en el brexit... ¿son las redes las nuevas armas de una nueva Guerra Fría?

La mayor herramienta de influencia de unos países sobre otros son las redes sociales y si hay un país avanzado en la capacidad de utilizarlas para influir en terceros países es sin duda Rusia. En el libro se cuenta la fábrica de bots y troles que está organizada desde San Petesburgo y desde donde se hizo la interferencia rusa en las elecciones de EE UU y en otros procesos europeos.

¿Tan influenciable es la gente?

Mi tesis es que extremismos y populismos siempre han existido, lo que ocurre con las redes sociales y el anonimato que permiten, los extremistas han podido expresarse y darse cuenta de que había muchos más como ellos y eso se ha traducido en un resultado electoral. Y eso ha sido alimentado claramente por Rusia. No solo por Rusia, pero también por su parte y también por sus servicios de inteligencia.

No se nos enseña a dudar de lo que leemos o vemos...

El problema de los extremismos es precisamente que tienen respuestas para todo y sin dudar de nada y cuando eso ocurre en medio de una crisis económica es un caldo de cultivo ideal, porque venden soluciones sencillas a grandes problemas y tienen mucho éxito editorial.

¿Deberían enseñarnos a dudar?

La gente más joven, que ha nacido con las redes sociales, debería aprender a tener un sentido crítico y una prevención específica sobre lo que se ve en las redes, porque no todo lo que se ve debe ser creído, porque no todo lo que se ve es cierto. Debemos tener un ojo crítico a la hora de analizar las cosas.

Y no lo hacemos...

Ahora se oye mucho que ha pasado una cosa y alguien pregunta ¿y dónde lo has visto? Y la respuesta es "lo dice Twitter", como si eso fuera una fuente fidedigna de la que no puedes dudar. Y precisamente porque lo dice Twitter ha de ponerse en cuarentena.

Ya pasaba antes de las redes sociales, ¿no?

Los bulos siempre han funcionado, pero en este momento alguien que sepa manejarlo, como los rusos, puede realimentarlo y multiplicar el efecto. Hay gente que tiende a creerse en lo primero que lee y ese hecho está siendo aprovechado de una manera muy inteligente.

¿Hay una solución?

Este es un trabajo de los servicios de inteligencia de Rusia que tiene que ser contrarrestado por los servicios de inteligencia de los países occidentales. También debe haber decisiones de los gobiernos occidentales respecto a sus relaciones con Rusia y un despertar de los ciudadanos para saber qué está ocurriendo.

¿Hay un Donald Trump español? ¿Y un Putin?

No creo que haya figuras equiparables, pero sí personajes políticos o de relevancia en la sociedad española que sienten admiración por la forma de actuar de estos dos presidentes. Y ciertamente no solo en España, sino en toda Europa.

¿Hay una cultura del cacique?

Sí, siempre la ha habido. La admiración por los dictadores o los semidictadores siempre ha existido. En Europa después de la Segunda Guerra Mundial se estableció un sistema que frenaba eso, pero han pasado décadas y han vuelto a resurgir determinadas posiciones partidarias de estos liderazgos.

¿Es usted optimista o pesimista respecto al ámbito político español y los extremismos?

Estamos en un proceso en el que los populismos no parece que vayan a ir a menos en España. Otra cosa es que vayan a ir a más o a mucho más. Durante un tiempo el surgimiento de Podemos fue una irrupción muy potente que luego se ha atemperado. De alguna manera se ha institucionalizado, al entrar en el Parlamento y al gobernar en algunos ayuntamientos ha perdido algunas de las posiciones más llamativas o intensas con las que llegaron a la política. Ahora vemos la irrupción de Vox en el lado contrario y se está repitiendo el modelo con el que Podemos llegó a las instituciones en su momento. Veremos que si llega a las instituciones le pasará algo similar a lo que ocurrió con Podemos. Los próximos diez años van a ser interesantes que ver. Nos vamos a tener que acostumbrar a ver gobiernos de coalición.

¿Es positivo ese tipo de orden político?

Sí, si es el fruto del voto de los ciudadanos. Las formaciones políticas tendrán que asumir que es así, que distintos partidos políticos pueden gobernar juntos. No les quedará más remedio. Todo se tienen que asentar, estamos pasando de un sistema de dos a un sistema de cuatro y cinco partidos.

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