El adiós del icono roto de la izquierda

Una enfermedad intestinal provocó su renuncia temporal en julio de 2006. Gobernó en Cuba desde 1959, cuando derrocó a Batista y puso en marcha la revolución. Su hermano Raúl se postula como el heredero natural, aunque el futuro es incierto.
«Mensaje del Comandante en Jefe» titulaba ayer Granma, el periódico oficial cubano. En las calles de la isla se mantuvo la normalidad. (Stringer / EFE)
«Mensaje del Comandante en Jefe» titulaba ayer Granma, el periódico oficial cubano. En las calles de la isla se mantuvo la normalidad. (Stringer / EFE)
«Mensaje del Comandante en Jefe» titulaba ayer Granma, el periódico oficial cubano. En las calles de la isla se mantuvo la normalidad. (Stringer / EFE)

«Traicionaría mi conciencia ocupar una responsabilidad que requiere movilidad y entrega total que no estoy en condiciones físicas de ofrecer». El anuncio de Fidel Castro de ayer de abandonar la presidencia del Consejo de Estado y la jefatura del Ejército supone en términos efectivos la jubilación de quien ha guiado Cuba desde 1959.

El asalto al Moncada, el Granma y la Sierra Maestra, los  atentados estadounidenses y la particular oratoria marxista-leninista con deje caribeño de Castro sirvieron para forjar su mito en los años 60. La izquierda del mundo entero miraba a Cuba, sucesora de una URSS desacreditada por la incontestable verdad estalinista. Santa Clara sustituía al Palacio de Invierno y el Che, a Lenin en el imaginario revolucionario. Pero el argentino murió joven y el mito pervivió, y Castro gobernó el país hasta que en julio de 2006 una enfermedad lo alejó del poder. La leyenda se resintió: el control de toda actividad política, la corrupción y la crisis económica desde que faltó el apoyo soviético desacreditaron el régimen. Sólo la aparición de Chávez rompió 20 años del aislamiento ideológico, tan duro como el económico impuesto por EE UU, y que ayer Bush insistió en mantener, en el que vivía Fidel, encerrado en su isla por temor a una detención. A falta de juicio, la historia lo absolverá. O no.

Calma absoluta en La Habana

La calma y la tranquilidad dominaban ayer Cuba tras el anuncio. Pese a que los medios informativos de la isla, todos estatales, repetían la noticia, había quien no se enteraba. «¿Que ha dicho qué?», preguntó Armando, aparcacoches de La Habana, al ser consultado. En la colonia cubana de Florida sí se conocía la noticia, pero a diferencia de cuando se supo de la enfermedad de Castro, no hubo celebraciones.

Transición, reforma o ruptura sin Castro

Raúl Castro y Carlos Lage, los principales nombres. La incógnita está en el aire. A corto plazo, se resolverá el próximo domingo, cuando el Parlamento cubano nombre un nuevo Consejo de Estado y, por tanto, al presidente que sustituya a Fidel Castro al frente de este organismo. Pero más allá del futuro inmediato, nadie puede prever los acontecimientos.

En lo cercano, Raúl Castro parece el heredero natural de su hermano por haber asumido interinamente la presidencia del Consejo de Estado tras la enfermedad de Fidel. Tiene experiencia, dotes de mando y capacidades de administrador. Pero también tiene 76 años. Puede protagonizar los cambios necesarios que en una figura no tan identificada con el régimen podrían ser considerados rupturistas.

Carlos Lage, de 56 años, pertenece a otra generación. Siempre ha estado vinculado a la gestión económica y no ha puesto demasiados paños calientes al describir la realidad. Tras Fidel y Raúl, es el tercero en la jerarquía cubana.

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