El bonsái, originario de China, se basa en el cultivo de un árbol en miniatura. Su belleza requiere cuidados delicados, entre los que destaca la poda para conseguir que no crezca. Cuidar un bonsái es todo un arte: son tan delicados que algunos no duran vivos más de dos meses desde su compra.
Hay bonsáis de interior y de exterior. Los primeros se consiguen con plantas de interior de climas cálidos y húmedos. Sus condiciones climáticas ideales son las que hay en las casas. También se consideran de interior algunos que derivan de plantas de climas mediterráneos. Los de exterior, en cambio, proceden de climas no tropicales: del atlántico al mediterráneo.
Es fundamental conservar su tamaño. Para ello hay que cortar los brotes que se alargan, sobre todo en la época de crecimiento, generalmente de abril a octubre. Cuando el tallo alcanza entre cuatro y seis hojas, se corta dejando dos. Con esta técnica de pinzado también se consigue aumentar la densidad del follaje.
Cuidados continuos
El abono suele aplicarse en forma líquida, una vez al mes durante la estación de crecimiento, aunque de vez en cuando será necesaria la aplicación de materia orgánica.
Para darle una forma concreta se puede recurrir al alambrado, que consiste en forzar a la planta para que el tronco se incline o para que las ramas mantengan su horizontalidad. El alambre se debe dejar en el árbol sólo mientras toma la forma deseada: unas semanas en ramas nuevas y hasta un año si la rama ya es vieja.
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