Están en primero de carrera. Se conocieron hace cuatro meses con el comienzo del curso y ahora se sientan juntos en clase, «en cuarta o quinta fila», dice Eva soltando una carcajada. Ella es malagueña y, aunque de vez en cuando echa de menos su ciudad, lleva la distancia mejor que él, que aprovecha cualquier ocasión para volver a Alicante.

ADRIÁN HABLA DE EVA

Es andaluza, así que, aunque no quieras, al final siempre acabas riéndote con ella.

No tiene mucha necesidad de volver a su casa. Es mucho más independiente. Yo siempre estoy pensando en mi familia, mis amigos...

Tiene mucha ropa y un armario enorme, como el de Sissí Emperatriz. A diario va de pijilla y los fines de semana se pone botitas y ¡vestidito hasta en invierno! Eso sí que no lo entiendo.

No le gusta la oscuridad de Madrid, el agobio y la contaminación. Los de la costa no nos acostumbramos a no ver por dónde sale el sol.

Le pone nerviosa la gente histriónica que se vuelve loca y la arma por tonterías.

Es cabezona.

EVA HABLA DE ADRIÁN

Es muy vivo, un culo inquieto, no para. Además, si tiene que decir algo, no se lo calla.

Añora a sus amigos, está todo el día quejándose de que echa de menos a éste y al otro. Necesita estar siempre cerca de los suyos.

Va muy normal: con vaqueros y zapatillas de deporte. Sus camisetas de manga larga me dan mucho coraje y los diseños, para mi gusto, deberían ser más modernos. ¡Pero yo no digo nada!

Comparte piso. Lleva la independencia bien, seguro que en su casa no saldría tanto por ahí, pero más o menos lo lleva con disciplina.

Dice que le gustaría conocer a Bárbara Rey. Creo que lo dice de cachondeo, o eso espero.

Odia la pedantería.