Acogidas en un centro de Cáritas se rebelan contra el subdirector

Acusan a un responsable de El Parral de humillar y pegar a una mujer, pero la ONG defiende que fue ella quien le agredió a él.
Blanca, mostrando un moratón y la denuncia por agresión. (Jorge París)
Blanca, mostrando un moratón y la denuncia por agresión. (Jorge París)
Blanca, mostrando un moratón y la denuncia por agresión. (Jorge París)

Mujeres del centro de acogida para madres solteras de Santa María del Parral (Aravaca) se han puesto en pie de guerra contra el subdirector de la residencia, gestionada por Cáritas y perteneciente al programa de apoyo a menores y sus familias del Ayuntamiento de Madrid. El caso de Blanca, una de las treinta residentes, les ha hecho rebelarse.

Esta mujer, acogida en el centro junto a su hija de 10 años, asegura haber soportado «maltrato psicológico a diario durante un año; el subdirector es un machista, un racista [ella es colombiana] y un déspota; le gusta humillar», denuncia.

Pero lo que le ha hecho reaccionar ha sido la supuesta «agresión» que sufrió el lunes: «Me reunieron para decirme que no seguiría en El Parral y me negué. Luego, a solas, me dijo que me largara y de un puñetazo me tiró al suelo». Blanca fue al hospital, donde le hicieron un parte de lesiones con el que le denunció por agresión. Varias de sus compañeras la apoyan, como Denis, que lamenta la «arrogancia» del subdirector: «Le tenemos miedo».

«Trayectoria intachable»

Cáritas lo niega: «El subdirector tiene una trayectoria intachable». La ONG alega que fue la propia mujer quien supuestamente le agredió: «Se puso nerviosa, le insultó y le dio golpes y arañazos. Hay un parte de lesiones que prueba que él sólo se defendió». Ahora está de baja por «estrés y ansiedad». Según el Ayuntamiento, «el centro nunca ha dado problemas». Mañana, un juicio decidirá quién agredió a quién.

Nuevo Amanecer tuvo que dejarlo

Hace un año, las internas del centro de acogida a mujeres maltratadas Florencia denunciaron trato vejatorio por parte de los cuidadores. Decían que les llamaban «guarras y mantenidas» y que les daban de comer alimentos en mal estado. Nuevo Amanecer, la entidad religiosa que dirigía el centro, tuvo que dejar la gestión por la presión de la Comunidad y las críticas sociales.

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