Una casa de madera construida en la azotea de la Nave 10 de Matadero. Ése es el punto de partida de El tiempo entre nosotros, una performance de 110 horas de duración ininterrumpida, ideada por el dramaturgo, director y artista visual argentino Fernando Rubio.

Pero esta casa no está deshabitada, durante estos cinco días (del 18 al 22 de abril) el actor Juan Loriente se instala en su interior para indagar "la posibilidad de ser otro". Actor fetiche del dramaturgo y director de escena Rodrigo García y colaborador habitual de artistas como La Ribot o La Fura dels Baus, su estancia le servirá para conversar, escribir o sencillamente vivir mientras el público le observa. Por allí pasarán invitados como la bailarina y premio nacional de danza Mónica Valenciano o el actor y director Andrés Lima.

Por su parte, el público que por allí se acerque podrá visitar la casa, asistir a los encuentros, ver películas o las interpretaciones que Loriente ofrecerá. El acceso es gratuito de 9.00 a 23.00 h excepto para los relatos para los que hay que comprar una entrada de 8 euros. Los encuentros con los invitados y las proyecciones de las películas también son gratuitos aunque necesitan reserva previa.

Con unos cuantos años de bagaje a sus espaldas. Esta performance se estrenó en 2015 en Buenos Aires durante la Bienal de Performances de aquel año y ha podido verse también en Santiago de Chile, Singapur y Welt (Alemania). Forma, además, parte de una trilogía compuesta por Cuando éramos chicos y Y todo lo demás.

Inspirándose en una frase del artista ruso Ylya Kabakov que dice "la casa es un dispositivo de la memoria que evoca recuerdos y convoca entidades fantasmagóricas", Rubio construye su propia interpretación. "Busco resignificar el espacio en que nos encontramos para establecer nuevas afectividades entre conocidos y desconocidos. La obra indaga sobre nuestras costumbres y transformaciones a través de la acción de dejar el lugar acostumbrado para repensar nuestro vínculo con lo que nos rodea y habitar de una manera siempre cambiante los días, las horas, las relaciones, el espacio. A su vez el objeto espacial, la casa, descentralizada de los lugares comunes de emplazamiento en las ciudades, reflexiona y pone en crisis el lugar físico y simbólico que habitamos", señala.