La transformación de las ciudades asturianas pasa por grandes proyectos arquitectónicos de dudoso gusto, pero llamativos sin duda. Mientras en Oviedo el valenciano Calatrava culmina su enorme palacio de congresos en Buenavista le queda tiempo para proponer una solución inesperada en el solar del Vasco: tres altísimos edificios inclinados y, cómo no, otro centro comercial entre árboles. Una obra que dejará su sello para siempre.
Como le ocurrirá al madrileño Alejandro Zaera en Gijón donde levantará una torre para hotel por encargo de los Masaveu en Poniente. Y en Avilés, para no ser menos, avanza el complejo del brasileño Niemeyer de trazos curvos que, más bajito, será bien visible al lado de la ría. Todos vanguardistas y, por tanto, discutibles, para unos feos a rabiar y para otros estelares. Es la arquitectura del siglo xxi. Por eso hay que subrayar otro proyecto más discreto, pero no menos importante, la reforma y ampliación del Museo de Bellas Artes del navarro Patxi Mangado que dará un aire diferente a Oviedo y que es el cambio de más calado aunque menos exhibicionista, por fortuna.
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