Cada cosa, en su sitio

Basado en el cuento original de Andersen
Nuestros antepasados iluminaban sus casas con velas, candiles y lumbres. Hoy en día sólo tenemos que apretar un botón. ¿No te parece maravilloso?

Había una vez una gran vela de cera que estaba muy orgullosa de su condición. Decía que su sitio estaba en un candelabro de plata en un gran salón. Pero a su lado había una vela de sebo que no se conformaba con estar en la cocina.

Esa noche se daría un gran baile en el salón principal y la señora de la casa distribuyó las velas. La vela de cera se alegró al encontrarse en un candelabro, y la vela de sebo se entristeció al encontrarse junto con patatas y manzanas en la cesta que la señora dio a un pobre muchacho que vivía enfrente.

El chico le entregó la cesta a su madre, una costurera pobre y viuda con tres hijos. El baile había comenzado, y se oían la música y las risas y se veía el brillo de las velas desde la humilde casa donde la madre había preparado un guiso con las patatas. Todos los hijos estaban contentos, especialmente la más pequeña, que al ver las humeantes patatas en el plato se le iluminaron los ojos. La vela de sebo, al ver los ojos de la niña, chisporroteó de alegría y se sintió feliz por iluminar aquella humilde casa sin riqueza ni esplendor, pero llena de alegría.

Tarde o temprano encontramos nuestro lugar en el mundo. Y sea de la condición que sea, debemos sentirnos felices de poder vivir sin envidiar a nuestro vecino.

Próximo viernes: 40/El lobo y los siete cabritos

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