Chávez asume la derrota, pero insistirá en su reforma

Los venezolanos rechazan los cambios constitucionales que quería el presidente por escaso margen (50,7% frente a 49,2%).

«Felicito a mis adversarios (...) No se pudo por ahora, pero mantengo la propuesta».  Con estas palabras el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, aceptaba su derrota en el referéndum del domingo, donde la mayoría de los venezolanos dijeron no a su reforma constitucional. Es su primer fracaso en las urnas en los casi nueve años que lleva en el poder, pero su lectura es otra: «No es ninguna derrota; es otro ‘por ahora’».

El margen fue muy estrecho. El 50,7% de los votantes lo hizo en contra del primer bloque de artículos (33) sometidos a consulta, mientras que un 49,2% dijo sí. Un 51% rechazó el segundo bloque de artículos (36) y el 48,94% lo aprobó. La abstención fue del 44,11%. Pese a admitir su derrota,  Chávez anunció que «buscará la manera» de materializar las propuestas que incluye su proyecto de reforma de la Constitución de 1999.

Una reforma polémica

Según Chávez, su objetivo era «dar más poder al pueblo». Para sus detractores, en cambio, era un instrumento para «eternizarse en el poder» y para instalar un «socialismo autoritario».

La reforma incluía, entre otras cosas, la reducción de la jornada laboral, la reelección indefinida del presidente, la eliminación de la autonomía del Banco Central y la introducción de nuevas formas de propiedad, como la comunal.

«Gana la democracia», dijo ayer el líder opositor Leopoldo López, quien dio «las gracias al presidente por reconocer la victoria».

UNA VICTORIA INDIRECTA

Juan Carlos Monedero. Profesor de ciencia política

La reforma constitucional propuesta por Chávez era indudablemente compleja (muchos artículos y muy farragosos). Quizá también inoportuna (muy cerca de las últimas elecciones) y a todas luces mal explicada (lo que ha permitido que cuajen mentiras como que se iba a abolir la propiedad privada).  Pero Chávez trae con su derrota una victoria de largo aliento: la oposición ha ganado, pero aferrándose a la Constitución de Chávez de 1999, a la que siempre adversó. Igualmente, el resultado  muestra cómo ese pueblo es hoy capaz de seguir apoyando a Chávez (el 60%), pero decirle que no cuando no comparte algo. Por último, este revés puede ayudar a una necesaria autocrítica que haga ver a Chávez que, antes de la ampliación del socialismo, conviene avanzar en la corrección de errores (ineficacia, corrupción, cesarismo), asumiendo que no siempre los caminos del exceso conducen al palacio de la sabiduría. Y todo sin olvidar que los que han acusado a Chávez de dictador debieran entonar un mea culpa.

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