La historia de Steve McCurry está ligada íntimamente a la de Afganistán. Durante su primer viaje al país en 1979, se vistió con ropas afganas para lograr cruzar ilegalmente la frontera con Pakistán. Fue el primer fotógrafo que logró entrar y enviar sus fotos a occidente, consiguiendo inmediatamente el reconocimiento por sus impactantes imágenes.

Cinco años después, una de sus fotografías daría la vuelta al mundo entero. Era el retrato de la niña afgana que se usó en la portada de la revista National Geographic en junio de 1985.

Durante estos 40 años su carrera se ha desarrollado y volcado en este país, al que ha vuelto en innumerables ocasiones dando lugar a un impresionante y amplio archivo fotográfico que la editorial Taschen recoge ahora en un libro retrospectivo: Steve McCurry. Afghanistan, de 256 páginas.

El él podemos descubrir por qué este país sumido en rivalidades tribales, guerras coloniales y conflictos geopolíticos y, sobre todo, sus gentes le han marcado de por vida. "Son gente orgullosa, que mira de frente, tanto desde el desdén como desde la curiosidad: estos son los rostros desafiantes, de hombres y mujeres, de las magníficas fotografías de Steve", dice de él el historiador y escritor escocés William Dalrymple, autor de obras como El último mongol, La ciudad de los djinns o White Mughals.

Nacido en Filadelfia en 1950, McCurry ha sido una de las figuras más emblemáticas del fotoperiodismo de las últimas décadas. Ha realizado numerosos viajes a Afganistán, India y Oriente medio y sus imágenes han protagonizado decenas de portadas de revistas. Ha publicado más de una docena de libros y participado en innumerables exposiciones. Fotógrafo de cabecera de la revista National Geographic, forma parte de la prestigiosa agencia Magnum desde 1986 y ha conseguido innumerables premios World Press Photo.

El pasado año su nombre se veía envuelto en la polémica cuando The New York Times publicaba un análisis en el que revelaba que el autor habría alterado digitalmente algunas de sus fotografías (borrar algún objeto o hacer desaparecer a alguna persona) para aportar más dramatismo a las mismas. McCurry se justificó explicando que "no soy un fotoperiodista, sino un contador de historias. Yo tomo mis imágenes con un sentido estético".