Los salmantinos juegan a la guerra

  • El Airsoft, hermano mayor del Paintball, se va consolidando en Salamanca como un deporte más.
  • Cada fin de semana, unas treinta personas, de todos los ámbitos, se reúnen para descargar adrenalina y divertirse.
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Una vieja fábrica abandonada de ladrillos en Salamanca es el escenario de una auténtica guerra, de no ser porque el fuego cruzado no mata, ni hiere. Quienes practican esta disciplina, el Airsoft, aseguran que no son nada bélicos, pero sin embargo los que pasean por allí y se lo encuentran de frente, de primera impresión no pueden decir lo mismo. Alguno ha salido corriendo al ver la puesta en escena y han sido los jugadores los que les han explicado en que consiste y que se trata de una guerra de soldados "de colección".

Al final lo que ha pasado es que ha ido captando cada vez más adeptos con ganas de pasarlo bien, descargar adrenalina y rememorar juegos infantiles, con un cariz más real.

Gus, Mario, Paquirrín o "J" son algunos de los nombre "de guerra" detrás de los que se mueven empresarios, fotógrafos o informáticos. Son profesionales de diferentes ámbitos que desechan la idea preconcebida de que este juego puede contener algún tipo de ideología relacionada con la violencia, ellos son la prueba de que el Airsoft es un deporte de aventura más, quizá con un toque "freak", confiesa Agustín Gutiérrez.

Aunque la historia de esta disciplina se remonta a los años ochenta en Japón, aún hoy en día estas dos palabras inglesas siguen siendo desconocidas. Se trata de un fenómeno que corre como la pólvora en cuanto a aficionados, pero que aún está tardando en consolidarse, al menos en la opinión pública.

Una de las características que hace más auténtico el juego, es que las armas son réplicas exactas de las de verdad, aunque disparan bolas y tienen limitada la potencia para no dañar a los participantes.

Se trata, según asegura Gutiérrez, de una especie de "coleccionismo freak militar", ya que son modelos que usan los ejércitos de hoy en día, réplicas antiguas de la II Guerra Mundial o de otros ejércitos del mundo.

Límite de edad

.El precio de una réplica oscila entre los 180 y 300 euros pero también hay que contar con el uniforme y los complementos. Uno de los benjamines del equipo salmantino, Juan José Simón, reconoce que encima lleva 1.200 euros para jugar y que hay trajes que valen aún más. Todo depende de los gustos y de la calidad que quiera cada jugador y como ejemplo señala que a quienes les gusta el estilo francotirador tienen que gastarse más dinero, ya que el traje tiene que ser más perfecto para el camuflaje y el rifle tiene que ser de precisión.

Este joven empezó siendo casi un niño pero tuvo que dejarlo hasta los 16 años, que es la edad permitida para poder usar un arma de Airsoft y desde entonces es un soldado más, asegura.

Comienza la acción.

Empuña un fusil M4 Cavs, lleva un chaleco y un traje del ejército americano, botas militares y guantes protectores. De esta forma se prepara para comenzar el juego.

Una vez separados en dos equipos, se disponen a atacar y defender un búnker, por lo que la táctica juega un papel importante.

José Sánchez, "J" es el encargado de diseñar el plan de ataque en esta ocasión y con órdenes militares distribuye las tareas de cada participante. Ahora comienza la acción.

Campo a través se ve como los soldados van haciendo sus movimientos y ganan posiciones, mientras quienes defienden comienzan los disparos. Caen los primeros atacantes, también hay algunas bajas en las filas de quienes defienden el búnker construido con ladrillos, así hasta que sólo uno queda vivo.

Agustín Gutiérrez explica que se trata de un deporte un tanto alternativo y el fin de todo es "pasarlo bien", ya que nada les lleva a "un motivo paramilitar ni nada que se le parezca", asegura. Mientras, presume de su indumentaria, un mono alemán de tanquista, de "última moda en el Airsoft", bromea.

De hecho, reconoce que sólo se trata de "pegarse unas carreras, unos barrigazos" con el aliciente de los disparos, pero que con una mínima protección no tiene nada de peligroso, es más, se trata un poco "de jugar como niños".

Esta guerra "en broma", como la define "J", logra reunir cada fin de semana a 30 personas en Salamanca y esta situación se repite en otros lugares de la región así como de España, ya que se está convirtiendo en una afición de culto que acaba enganchando a quien lo prueba.

Ante esta nueva situación y el aumento de aficionados, desde Salamanca se están planteando ya formar una asociación para unificar a todos los amantes de este deporte y conseguir también espacios donde desarrollar su afición.

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