No hay ninguna razón justificada para que los españoles no sean los mejores del mundo en las competiciones deportivas de saltos. Desde la más tierna infancia aprenden a sortear todo tipo de dificultades en los recorridos del día día. Cuando no es una obra que invade la acera y que los expulsa a la orilla contraria, es un camión que descarga material o una reparación en la conducción del suministro de agua.
Ser peatón exige conocimientos de longitud, altura, pértiga, pero, sobre todo, de tanteo de obstáculos. Y eso siempre que los coches, motos y bicicletas no invadan el espacio reservado a los pobres viandantes, una especie en expansión, lo que demuestra que los seres humanos son muy resistentes, pese a todo. Caminar en España en zonas urbanas es un asunto complejo, pero bien resuelto por la habilidad y la comprensión infinita de los bípedos. Gracias a ellos, hasta los alcaldes han entendido, como en Oviedo, que restringir el tráfico en calles céntricas es estar a la vanguardia del municipalismo. Pero es insuficiente.
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