Imagine por unos momentos que en su vida aparece un extranjero, un inmigrante que viene de un país totalmente diferente al suyo. Es su vecino, o quizás su compañero de trabajo, o simplemente alguien con quien tendrá que pasar mucho tiempo. ¿Qué sentiría por él? ¿Le aceptaría? ¿Intentaría ser su amigo o decidiría tratarle con indiferencia? Son precisamente cuestiones incómodas como ésas las que pretende provocar La soledad de los campos de algodón, obra del dramaturgo francés Bernard-Marie Koltés, uno de los autores claves del teatro europeo del siglo XX. El director andaluz Carlos Álvarez-Osorio se enfrenta a este crudo texto desde una visión pesimista de la sociedad. Pone en escena el conflicto de la inmigración y la desconfianza que se genera en el mundo occidental ante la proximidad del «otro». En un escenario provisional se encuentran dos actores cara a cara. Uno el dealer (vendedor), otro el cliente. A lo largo de la obra se enfrentan en un combate dialéctico. Un duelo de palabras en el que cada uno asume un rol diferente y opuesto: un inmigrante argentino (el vendedor) y un europeo (el cliente). El director ha pretendido hacer del texto una llamada de atención hacia la necesidad de establecer una comunicación entre hombres y sociedades, obligando al espectador a revolverse en su butaca, a debatirse entre sentimientos como la tolerancia y el rechazo. «He buscado una serie de estrategias para que el nivel de tensión sea continuo, casi hitchcockiano», afirma Álvarez-Ossorio. El director admite que ha tenido problemas a la hora de mover esta obra por las salas del país. De hecho, hasta ahora sólo se ha representado en Santiago de Compostela.
* Avda. José de Gálvez, 6. Hoy y mañana, a las 20 h. 13 euros.
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