Días de vino... y secretos

Bruce Springsteen pasó por Barcelona e intentó no dejar el mínimo rastro.
Bruce Springsteen en el recital que ofreció en Los Angeles a principios de mayo.
Bruce Springsteen en el recital que ofreció en Los Angeles a principios de mayo.
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Bruce Springsteen en el recital que ofreció en Los Angeles a principios de mayo.
«¿Está Bruce en el hotel?», pregunté. «Hay varios», respondió el portero. «Me refiero a Springsteen,», insistí. Me fulminó con la mirada y no soltó prenda. Pero yo sabía algo más, que ni confirmó, ni dismintió. El Boss estaba en uno de esos apartamentos de lujo, con vistas al mar. Allí, seguramente, saboreará una copa de vino tinto Vall Llach, que le han regalado.

A las puertas del Arts, me uní a los seguidores que esperaban pacientes al Jefe. Eran unos 20, de unos 30 años. Miranda y Erik, holandeses, le siguen por media Europa. Le vieron en Bruselas. Ayer, tocaba Badalona. Aún les queda Roma, París, Berlín... «Todo vale por amor», contestaron. También estaba Miquel, un mallorquín que descubrió su música en la mili, gracias a Ricard. Junto a ellos,  Montse. Estuvieron a punto de verle hace un tiempo, en New Jersey. «Vimos a su banda, pero no a él», lamentaba ella. Allí visitaron la casa natal del ídolo. En Barcelona, nada.

Y en Badalona...

«Que raro que no haya nadie», decían Mingui y Ángeles, canarias. Llegaron al Pavelló con bocatas y agua. «¿Me enseñáis la entrada?», les espeté. Se miraron recelosas. «No», dijeron. Segundo portazo del día. Normal, les costó 70 1 y cinco horas colgadas del teléfono.

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