Acaba detenido tras siete horas de encierro

  • Amenazó con quemar el Ayuntamiento de Cigales con gasolina por un litigio urbanístico.
  • Se entregó tras salir en todas las televisiones.
  • Un juez le tomará hoy declaración.
Néstor Caballero es conducido por la Guardia Civil entre la prensa tras entregarse.(Fotos: Fernando Blanco)
Néstor Caballero es conducido por la Guardia Civil entre la prensa tras entregarse.(Fotos: Fernando Blanco)
Néstor Caballero es conducido por la Guardia Civil entre la prensa tras entregarse.(Fotos: Fernando Blanco)

Siete horas y media mantuvo Néstor Caballero en vilo a los vecinos de Cigales, y a media España, que siguió su encierro en el Ayuntamiento de la localidad casi en directo a través de televisiones y radios.

Cinco minutos antes de las nueve de la mañana entró en la Casa Consistorial. Comenzó a rociar una garrafa de gasolina «por las escaleras y el vestíbulo» y amenazó con prender fuego si no llegaban un juez y las televisiones. La causa de su acción: «Me han quitado 200 metros de mi bodega para construir un edificio y rehacer la calle. No me han compensado y la constructora ha mandado darme una paliza», dijo durante el encierro a varias televisiones.

Me han quitado 200 metros de mi bodega para construir un edificio y rehacer la calle

Los 20 trabajadores que a esa hora se encontraban allí abandonaron el Ayuntamiento (el secretario intentó quitarle sin éxito la garrafa) y Néstor, «un hombre tranquilo y poco hablador», según varios vecinos, se hizo fuerte en el
salón de plenos. Allí fijó su sede de operaciones que sólo abandonó para asomarse al balcón en varias ocasiones.

Mientras, los vecinos se apostaban detrás del cordón que la Guardia Civil había colocado. Los Bomberos también hicieron guardia en un extremo de la plaza y a medida que las horas pasaban aumentaba la expectación.

Eran las cuatro y veinte de la tarde, la hora a la que Néstor suele ir a echar la partida, cuando se asomó otra vez al balcón. En ese momento comunicó que se entregaba. Para entonces ya había hablado con las teles y con un juez por teléfono. El objetivo estaba cumplido. Tres minutos después salía con aspecto tranquilo.

Allanamiento y amenazas

La Guardia Civil se lo llevó de inmediato a la comandancia donde pasó la noche como autor de los delitos de amenazas y allanamiento. El juez decidirá hoy si va a la cárcel o no.

Mientras, en Cigales, volvía la calma. «La que ha preparado», decía un vecino. Néstor ya había avisado. «Sospechábamos que haría algo, pero no esto», explicaba un sobrino.

La bodega de la discordía

Néstor Caballero tiene una bodega en la calle La Ermita. El Ayuntamiento aprobó, «con la autorización de los afectados», un cambio de calificación de los terrenos que pasaron a ser de sólo bodegas a solar. Sin embargo, al levantar edificios han restructurado la calle y le han quitado metros. Él acusa al Ayuntamiento de haber dado la licencia y a la constructora de no indemnizarle como debía.

«Que vengan un juez y la tele»

Informativos locales, regionales, nacionales y programas. El encierro se siguió en directo en todo el país: «Si se ve mejor por la tele que aquí». Esta frase, de un vecino del pueblo, resume perfectamente la repercusión mediática de su acción.

Néstor había puesto dos condiciones: un juez y la presencia de la tele. El juez tardó casi siete horas en hablar con él y por teléfono. Las primeras teles llegaron en apenas unos minutos y a eso de las 15.00 horas, coincidiendo con los informativos de las grandes cadenas, se podían contar 12 cámaras y varias unidades móviles para realizar conexiones en directo.

Antes de esto, el móvil del encerrado ya se había filtrado entre los periodistas, y durante toda la mañana Néstor fue el protagonista de los matinales nacionales. Primero en las Mañanas de Cuatro, con Concha García Campoy; después en la SER, en Hoy por Hoy local; más tarde en Televisión Española... Su móvil parecía tener una batería inagotable.

Cada poco tiempo se le veía pasear por dentro del salón de plenos con el teléfono en la oreja. Incluso, el teniente coronel Galache tuvo que acercarse al balcón y llamarle a gritos para pedirle que colgase, que querían hablar con él.

La última llamada fue la del juez. Después, entre aplausos de los vecinos (se repitieron varias veces durante la mañana), salió y las teles le persiguieron. Él se dirigió a los medios: «No voy a decir nada. Ya os enteraréis».

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