La romería de la Virgen de Linares celebra la conquista cristiana de Córdoba en el siglo XIII

Un grupo de mujeres aplaude en una edición pasada de la Romería de Linares.
Un grupo de mujeres aplaude en una edición pasada de la Romería de Linares.
AYUNTAMIENTO DE CÓRDOBA
Un grupo de mujeres aplaude en una edición pasada de la Romería de Linares.

En torno a mediados de abril y primeros de mayo se celebran las Romerías de Santo Domingo de Scala Coeli y la de la Virgen de Linares, dos fechas muy señaladas para los cordobeses en el calendario del Mayo Festivo. Estas imágenes son conducidas a sus respectivos santuarios. El de Santo Domingo está situado a unos cinco kilómetros al Norte de la ciudad y fue fundado por San Álvaro de Córdoba en el siglo XV.

El de la Virgen de Linares se encuentra a unos ocho kilómetros al noroeste de Córdoba, y tiene su origen en la histórica atalaya árabe junto a la cual acampó el rey Fernando III cuando se dispuso a conquistar la ciudad en el año 1236.

En ambas romerías participan centenares de caballistas –los jinetes, con traje de campero, y las amazonas, con vestido de faralaes o de flamenca –, y vistosas carrozas. El ambiente de fervor se funde con los cantes, los bailes espontáneos, la camaradería que impregna la fiesta y el momento de degustar el popular perol cordobés, que es la ofrenda generosa de este pueblo en fiestas para cualquier recién llegado.

La Romería de la Virgen de Linares tendrá lugar este año el 8 de mayo. La imagen es una preciosa talla dorada manierista del siglo XVI de la Virgen Inmaculada, conocida popularmente como La Conquistadora, por el origen de su presencia en Córdoba. El Santuario de Linares –situado junto a la carretera de Almadén– se ubica en una planicie próxima al Cerro de Jesús y al popular Puerto de la Salve.

Este hermoso paraje, coronado por las cresterías de un torreón andalusí, fue testigo de la llegada de las tropas de Fernando III en los días previos a la entrada a Córdoba.

Transcurría el siglo XIII cuando el obispo Don Pascual promocionaba el culto a la imagen ordenando la visita anual al santuario, tras otorgar constitución a la primera cofradía, entre las almas caritativas encargadas de los enfermos del antiguo hospital de la Lámpara. Fueron protagonistas de una fiesta anual, muy popular, en los alrededores de la institución. Ocho días antes de la celebración se anunciaba con toques de trompetas y tamboriles.

En los siglos posteriores van apareciendo breves referencias sobre donaciones y reparaciones, hasta que en el siglo xvi una hermandad toma el nombre de la Virgen de Linares con un importante número de seguidores. Fue entonces cuando se inició la celebración anual en el santuario, que, hasta mediados de 1800, estuvo salpicada de épocas de declive y esplendor, en las que la Virgen visitaba la ciudad sólo en momentos memorables o críticos.

La vertiente lúdica de la romería ha seguido un camino ascendente que, adaptándose a los tiempos, continúa ganando devotos, esplendor y visitantes. En las romerías del recuerdo, el camino se convertía en un auténtico jolgorio que protagonizaban los jóvenes. También se organizaban verdaderas ferias en la explanada, con puestos, rifas y concursos, y las clásicas comidas de hermandad, que aún prevalecen, en las que nunca faltaban como invitados los más pobres.

En la actualidad, los actos que anuncian la Romería de Linares dan comienzo en la capital, con el pregón y la proclamación de la Romera Mayor y su corte. Arrancan, de este modo, una serie de ritos que culminan con la llegada al santuario.

Una comitiva de carruajes, motos, bicicletas, caballistas y peregrinos adornan la ciudad con sus vivos colores. Inician así el camino de ocho kilómetros, tras cruzar las avenidas más importantes de Córdoba, entre la explosión de alegría que producen los conocidos cantares de Ramón Medina, autor nacido en Brihuega (Guadalajara) y cordobés de corazón.

Se trata de auténticos poemas populares convertidos ya en himnos de los romeros cordobeses. Llama mucho la atención la originalidad de las carrozas, compitiendo en belleza y armonía. De entre ellas, salen las ganadoras del concurso anual patrocinado por el Ayuntamiento de Córdoba, una costumbre iniciada en el siglo pasado y convertida en aliciente para las peñas cordobesas.

En un marco de vegetación serrana, recién nacida la primavera, el ambiente de fervor llega a su cénit con la celebración religiosa y la ofrenda floral a La Conquistadora. Los olivos, las encinas y las jaras de Linares dan cobijo a los grupos de amigos y familiares que salpican el aire con los aromas del perol cordobés y las

copas de vino.

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