La barba nunca fue tan sexy: adiós al metrosexual sin pelo

  • "La barba se va a quedar, porque el pelo en la cara queda bien", asegura uno de los dueños de la barbería referencia: LucasM36.
  • "Es muy sexy, mucho más varonil que un metrosexual sin pelo".
  • "El asunto es que hay que saber llevarla y cómo, y para eso estamos los profesionales": de ahí el éxito de las barberías en pleno siglo XXI.
Jaume Martí, de Bearbero, arreglando la barba de un cliente
Jaume Martí, de Bearbero, arreglando la barba de un cliente
JORGE PARÍS
Jaume Martí, de Bearbero, arreglando la barba de un cliente

"Por mucho que algunos modernos se empeñen en que la barba no se lleve, la barba se lleva, y se va a llevar. Está para quedarse, porque sienta bien, favorece", afirma Jorge, uno de los mejores barberos de nuestro país, dueño de la barbería que lleva su apellido LucasM36 y que, junto a su hermano Jaime, ha convertido en lugar de referencia.

Además de favorecer: "es sexy, es muy varonil, mucho más que un metrosexual sin pelo". ¿Saturados de tanto hombre depilado y tanta igualdad estética en el sentido más esclavo? No hay más que mirar por la calle para responderse. Está claro: la mayoría lleva barba.

"El asunto es que hay que saber llevarla y cómo llevarla, y para eso estamos los profesionales", señala Jaime, que reconoce no poder evitar fijarse en las barbas que ve por la calle y pensar: "¡Qué barba, lo que haría yo con esa barba!"

Señala a su vez algunos errores habituales como que en casa se recorte por donde molesta, la zona del cuello, y se deje lo que ellos llaman "el corte": el cuello pelado y que arranque la barba en la mandíbula.

No hay discusión tampoco ni entre ellos, los hermanos Lucas (que llevan en las venas la profesión: sus padres ya tenían una peluquería) ni entre el resto de barberos con los que hablamos en que si uno no sabe que no se meta a hacerse cortes, que, al parecer, es lo que más se suele hacer la gente y lo que peor queda. Por eso han triunfado las barberías, porque, como dice Jaume Martí, de Bearbero, "requiere un ambiente específico donde el centro sea la barba, con gente que sepa y asesore, porque a cada cara le va una barba, aunque la que puede servir a la mayoría sea la cuadrada".

En cuanto a lo que va a venir la sentencia la dan en Bearbero: "La barba no va a irse, se queda, aunque las largas tenderán a recortarse porque requieren muchos cuidados".

Tantos han sido los vaivenes de la barba que si hace unos años nos llegan a contar que las barberías regresarían a ser parte de nuestras calles y rutinas (aunque con una cara totalmente diferente de aquellos lugares de luz blanquecina y hombres con batas, como sacamuelas que fueron hace siglos), no lo habríamos creído. Mucho menos, aunque en realidad era la única manera, de esta forma que fusiona lo moderno con lo tradicional. Sillas de barbero de todo tipo, verdaderas reliquias algunas, con espejos ultramodernos y otros sacados de palacetes, y las luces más alejadas de aquellas que también iluminaban el comedor de cualquier colegio.

No sólo en el aspecto ha variado, también la función del barbero, que no se limita, de hecho es lo que menos hacen, al afeitado clásico. "Hay cosas que no hacemos, y la gente que viene se fía, quieren que los asesores, también vienen a eso", comenta Jorge Lucas, que, igual que su hermano, va impecablemente vestido, con una camisa blanca y la pequeña llave del logo de Tenkey. Hasta los calcetines los llevan a juego con algunos detalles de la barbería y los zapatos son de los que uno pregunta el sitio donde los ha comprado.

El lugar es artístico, y ellos tienen su arte; ese es el secreto, porque, y lo dicen tranquilamente: "Es un error arreglarse la barba en casa uno mismo sin saber".

"La mayoría cree que puede y así se ve lo que se ve...", apuntan. Como esa barba que Fran, a quien están arreglando la barba mientras hablamos, denomina "caminito de hormigas". ¿Cómo? "Sí, ésa que es como si fueran hormigas recorriendo la barbilla hasta las patillas". Y ésa..., ésa es una de las que no harían.

La perilla es otra de las que Jorge no aconseja en ningún caso. "Está pasadísima de moda y aunque todo es susceptible de volver", véase su propio negocio, "es más algo de moteros", cuenta Javier Ramírez, de La Barbería de San Bernardo.  "Y me mola que la lleven, que pasen de la moda, y que a ellos les identifique" Cuenta además que en una ocasión le pidieron la barba de Iron Man: "Venía con la foto y todo". ¿Se la hizo? "Sí, claro que se la hice, pero flipé".

Tampoco es partidario de la perilla Jaume Martí, de Bearbero, vestido como sus dos compañeros y socios con mono vaquero y camisa de cuadros y un tamaño que podría intimidar y no intimida porque con una sonrisa que su muy cuidada barba deja ver cambia de golpe la sensación que podría ser y no es.

En sus manos está la barba de Javier, un joven que lleva 13 años sin pisar una peluquería, y que tras ver el trabajo que Jaume realiza en su barba afirma convencido: "No me vuelvo a tocar yo la barba en la vida". Reconoce a su vez que no se ve sin barba, que sin ella es muy feo.

Entre risas comentan en Bearbero, que antes tenían la barbería en Malasaña, la cantidad de autodidacta que hay y el peligro de los tutoriales que algunos y algunas ("las novias son muy dadas a experimentar con sus chicos"). "Muchas veces vienen por eso, para arreglarse lo que se han hecho. Y entonces se dan cuenta de la diferencia. Porque con una barba se pueden cambiar las facciones, mejorar, disimular..."

Otra cuestión es el bigote, "están intentando desterrar la barba metiendo el bigote", señala Javier Lucas, "pero no creo que lo consigan, porque bigote y barba seguirán unidos". Para Javier, de The Barber, la dirección es clara: "Mientras no lo saque un futbolista, la gente no se atreverá con el bigote".

Mostrar comentarios

Códigos Descuento