Jóvenes y nuevos coleccionistas de obras de arte sin seis cifras

  • Son trabajadores normales, sin grandes fotunas ni sueldos desorbitados.
  • Compran arte a costa de sacrificar un viaje, una cena o una salida de ocio.
  • Las nuevas tecnologías han posibilitado acceder al arte por precios módicos, a partir de 50, 70 o 100 euros.
Ignacio Muñoz y Minerva Tapial (clientes) y Carmen Martí (galerista) en primera fila y de izquierda a derecha. Detrás, David Rodríguez Sevilla (artista), Pedro Marín (galerista) y Elena Santana, otra clienta con la obra que adquirió.
Ignacio Muñoz y Minerva Tapial (clientes) y Carmen Martí (galerista) en primera fila y de izquierda a derecha. Detrás, David Rodríguez Sevilla (artista), Pedro Marín (galerista) y Elena Santana, otra clienta con la obra que adquirió.
JORGE PARÍS
Ignacio Muñoz y Minerva Tapial (clientes) y Carmen Martí (galerista) en primera fila y de izquierda a derecha. Detrás, David Rodríguez Sevilla (artista), Pedro Marín (galerista) y Elena Santana, otra clienta con la obra que adquirió.

Sotheby’s, Christie’s, ARCO o Modigliani –su Desnudo  acostado acaba de convertirse en el segundo cuadro más caro de la Historia (comprado por 158,4 millones de euros )– son los nombre del arte con mayúsculas, pero no los únicos ni necesariamente los más representativos de una sensibilidad artística que se mueve, cada vez más, a pequeña escala.

Considerado por la mayoría como un mundo elitista, glamuroso y con caché, el mercado del arte facturó en España 336 millones de euros en 2013 (algo menos del 1% de las ventas globales), según el informe El Mercado Español del Arte en 2014, de la Fundación Arte y Mecenazgo, que analiza los último datos disponibles del sector.

Según el estudio, el 99% de los lotes adjudicados en las 50 casas de subastas que mueven el negocio nacional no superó los 50.000 euros, como tampoco lo hicieron el 95% de las obras de arte vendidas por las 650 galerías más pujantes. Precios irrisorios para los grandes coleccionistas de arte, pero inalcanzables para la mayoría de los mortales… hasta ahora.

"Trabajar el gusto"

Minerva, Ignacio o Elena son algunos de los nuevos compradores que mueven el mercado del arte español, pero por importes muy inferiores a las cinco y seis cifras que habitualmente transitan por los grandes circuitos internacionales.

«El precio medio de venta de una obra de arte en una galería española es de 3.000 euros», confirma Mercedes Basso, directora general de la Fundación Arte y Mecenazgo, que apunta que ahora es habitual «que las galerías den facilitades de pago», explica.

«Los grandes coleccionistas empiezan por algo pequeño. Hay que empezar por mirar y por visitar museos. Hay que tener voluntad de descubrir el arte y trabajar el gusto. Empiezas por comprarte un poster», explica esta experta en arte. «Al final [coleccionar] es querer tener cerca imágenes que te han provocado algo», asegura. Y va más allá: «Para colecionar lo que es importante es el criterio. La clave al comprar es que sea algo que te gusta, no el precio», remarca.

Una pauta que se cumple a la perfección en el caso de Ignacio Muñoz, un jovencísimo coleccionista de 22 años que ha adquirido su primera obra: un grabado de Javier Mariscal. «Es lo primero pero no lo último», cuenta de La soberbia, una compra que no le resultó «extremadamente cara». Pagó poco más de 500 euros. «Cuando la vi me conquistó. La mirada de la chica... me transmitió un conjunto de sensaciones, de soberbia y de seguridad al mismo tiempo».

Aunque la adquirió como «un regalo» para su novia, admite que le motivó todo: «El amor al arte pero también la posibilidad de sentarte en el sofá de tu casa y ver eso colgado en tu pared», asegura este joven que no tiene ninguna relación previa con el mundo del arte. De hecho, trabaja en una tienda y estudia a distancia en la UNED. Además acaba de "independizarse".

Su perfil se adapta al de quienes, cada vez más, se atreven a traspasar la puertas de las galerías de arte, negocios vistos aún como algo muy exclusivo. «Queremos crear espacios culturales. La gente tiene el arte puesto en un pedestal y pensamos que no puede llegar a nuestras casas», explica Pedro Marín, de la galería Johnny Cool.

Aquí hay grabados, litografías o fotografías a partir de 50 euros. Su pieza más cara: 7.000 euros. «Las mujeres son las que más compran. Mucho por decoración. Muchas piezas cuestan menos que un abrigo, unos zapatos o un bolso. Por el precio de una cena con copa se puede comprar arte», explica este galerista que se zambulló en este proyecto a partir de una experiencia propia. "Tenemos mucbos amigos que hacen cosas magníficas, son auténticos artistas, pero al no ser conocidos nunca tienen una oportunidad".

Por eso, en la galería que ha concebido junto a otros tres compañeros, todos licenciados en Historia del Arte, intentan ofrecer a los nuevos talentos un canal de visualización y de contacto con el público, en especial con aquellos que pocas veces se han atrevido a cruzar el umbral de una galería de arte por interpretar estos establecimientos como algo prohibitivo.

Lo sabe bien Elena Santana (35 años y empleada de una zapatería) que exhibe orgullosa su Circuito Marino nº 7, una obra acrílica de Eugenio Benet realizada sobre una placa base de ordenador. «Siempre he mirado las galerías con mucho respeto, porque de entrada sabes que es algo que no te puedes permitir», cuenta. Y así fue hasta que «casualmente» fue invitada a la inauguración de una. «De repente ves que no solo te gusta, sino que los precios son asequibles», explica.

Elena reconoce sin tapujos que fue su primera experiencia con los circuitos artísticos y lo suyo fue llegar y triunfar. Desde aquel día es propietaria de una obra que compró para «decorar» su casa nueva, pero ya ha echado el ojo a una segunda. «Se tratata de ahorrar un poco y compensar. Si antes salías dos veces a cenar, ahora vas una», afirma.

Elena pagó 190 euros por esta obrita, de pequeñas dimensiones, que la enamoró y "me ha picado", admite, dispuesta a reservar un pequeño capital para las futuras adquisiciones. "Me podrén el límite de 300 euros, ya veremos", cuenta esta coleccionista primeriza que antes se "autocensuraba" cuando veía una galería de arte pensando que se trataba de piezas "fuera" de su "alcance".

Mucho más veterana en estas lides artísticas es Minerva Tapial, que lleva "diez años comprando arte". Es decir, empezó con tan solo 25 años cuando se mudó a Valladolid y coincidió con un pintor como vecino, ahí empezó todo.

Ajena al mundo del arte, se dedica al sector del ocio donde realiza labores de dirección operativa, afirma que compra arte para "crear el entorno en el que pretendo envejecer", dice. Y lo tiene muy claro: "Siempre hay lugares donde puedes adquirir arte económico, siempre los ha habido, pero todo el mundo lo asociamos con una galería, y la mayoría no da imagen de accesibilidad", reconoce.

Según sus cálculos, en los últimos tres años ha adquirido diez obras de arte, en las que ha invertido 3.500 euros. "Me he gastado poco más de mil euros al año", cuenta. Aunque reconoce que "aún me faltan obras", por eso no las tiene colgadas en su casa. "Busco una obra vertical. Es la que me falta", explica.

Cualquier sitio es bueno, según Minerva, para disfrutar del arte. Ella tiene una escultura "sobre el frigorífico" y otra obra "en el baño". Además, añade, "el arte no tiene que combinar, lo combina tu alma. Cada obra es mi historia, la que yo he imaginado cuando la he comprado".

Y una de sus últimas ensoñaciones tuvo que ver con Marilyn Monroe, pues se compró un grabado de la actriz perteneciente a una serie exclusiva de José Parra-Moreno por el que pagó 200 euros y con el que posa orgullosa para este reportaje.

Todos estos jóvenes coleccionistas, amantes del arte, y dispuestos a sacrificar muchas cosas para comprar arte, entre otras ropa u ocio, son una válvula de escape para muchos otros jóvenes artistas que tienen una visibilidad mucho más limitada que los grandes maestros y nombres consagrados.

Estos artistas disfrutas viendo a jóvenes entrar en las galerías, departir con ellos, enamorarse de su trabajo y finalmente, tras un ejercicio de economía doméstica, comprárselo. Es el caso de David Rodríguez Sevilla (San Sebastián, 39 años), que se define como un artista multidisciplinar aunque reconoce que es con la fotografía y la escultura como más cómodo se siente.

El artista ha contado sus sensaciones a 20minutos.es en una entrevista con el formato de seis preguntas:

¿Se puede vivir del arte?: Se puede vivir de aspectos relacionados con el arte, aunque no directamente con la venta.

En su caso... Yo no vivo directamente de la venta de mi trabajo. Hago otras muchas cosas, aunque siempre con aspectos relacionados con el arte como diseño gráfico, tatuajes, murales... He llegado a diseñar etiquetas para botellas de vino. También trabajo mucho con montajes de estética relacional, pongo los elementos en escena para que la gente interactúe con ellos.

¿Qué se siente cuando un joven se enamora de tu obra? Cuando un joven me dice que quiere comprar mi trabajo me parece algo fantástico que quiera nutrirse del sentimiento que tiene el artista al crearlo. Me entran ganas de regalárselo.

Pensar en jóvenes de hoy comprando arte, con el paro y la crisis... Hay que pensar que es para toda la vida y que a estos precios lo amortizas. Cuando yo pongo precio a una de mis obras, solo cobro el valor de las horas que meto en ella, pero no la parte intelectual de concebirla.

¿Cuesta desprenderse del trabajo de uno? Deshacerte de una pieza es difícil porque has pasado mucho tiempo, muchas horas. Me cuesta perder el control sobre ella.

Si se hiciera famoso, ¿subiría los precios? En mi caso no tiene nada que ver. El arte es una necesidad interna, me gustaría que no tuviera ese aspecto mercantil, porque lo ensucia.

(La fotografía con la que David posa en la imagen conjunta que ilustra este reportaje es suya y está a la venta por 195 euros sin marco y 240 enmarcada. La escultura de hierro titulada Arima (Alma) cuesta 2380 euros y pretende ser una representación conceptual de las bóvedas de la catedral de Samanca)

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