El italiano Paolo Pedroni lleva a estilo 'lowbrow' la historia de una niña enferma de hipertricosis

  • El artista desarrolla en 18 óleos la historia de Furry, una niña del con exceso de vello por la extraña dolencia que fue conocida como 'síndrome del hombre lobo'.
  • Con el estilo onírico del surrealismo pop, el artista muestra el viaje instrospectivo de la niña en busca de sus miedos y debilidades, pero también de su fuerza interior.
  • Pedroni se interesa por analizar por qué la ambigüedad de la feminidad o la masculinidad provoca tan a menudo discriminación entre los niños.
Uno de los cuadros de Paolo Pedroni
Uno de los cuadros de Paolo Pedroni
© Paolo Pedroni - from 'Poison Toffee Apples' at Dorothy Circus Gallery
Uno de los cuadros de Paolo Pedroni

Furry es una niña de hoy que tiene la cara cubierta de vello blanco llamado lanugo. Padece hipertricosis, una enfermedad extraña, motivada por una mutación genética y muy poco frecuente —sólo se han documentado unos cincuenta casos desde la Edad Media— que en el pasado fue llamada síndrome del hombre lobo. El primer caso del que se tiene constancia es el de Petrus Gonsalvus, un habitante de las Islas Canarias del siglo XVII.

El artista italiano Paolo Pedroni (Brescia, 1983) se ha servido de la discrimación y aislamiento social que padecen los afectados por la dolencia para contar en 18 óleos, la historia de Furry. La serie, Poison Toffee Apples (Manzanas de caramelo envenenado), que será estrenada en la Dorothy Circus Gallery de Roma el 5 de diciembre, muestra en estilo lowbrow (surrealismo pop) el viaje introspectivo de la niña en busca de sus miedos y debilidades, pero también de su fuerza interior.

Guiños al manierismo y el barroco

Con guiños al manierismo y la pintura barroca, estilos que frecuentaron los temas exóticos y extravagantes para maravillar al público del pasado, Perdroni se mueve en el onirismo del lowbrow —en contraposición a highbrow, intelectual, elevado—, el estilo fantástico y de equívoca inocencia que nació hace algo más de un cuarto de siglo en Los Ángeles (EE UU) y a estas alturas se extiende por todo el mundo.

El cuento de hadas del artista italiano, que ha regresado al óleo tras dedicarse al arte digital, presenta a la pequeña Furry y sus inseguridades para trazar una fábula acerca de la aceptación de uno mismo y de los demás. La niña descubre el cuadro del siglo XVII con el retrato de Antonietta Gonsalvus, hija del habitante de las Canarias, y, como su padre, enferma de hipertricosis.

Pintado por la artista del barroco Lavinia Fontana, la tela muestra a una muchacha elegante —formó parte, como ahijada excéntrica, de la corte del rey Enrique II de Francia— con un cuello de encaje, botones dorados y un peinado decorado con flores y lazos.

Nieve en la habitación

Furry es más actual: lleva un vestido de intenso color verde con un cuello alto adornado por un cinta roja fijada por un oso de peluche. Su pelo largo y blanco está peinado en forma de arco y la asombrosa habitación en la que vive es un ambiente nevado, una alusión a la soledad, obstruido por manzanas venenosas, que la niña debe atreverse a comer para alcanzar la libertad y poder salir.

El artista pide al espectador que se comprometa en un viaje introspectivo infantil. Se interesa y dedica especial atención a analizar por qué la ambigüedad de la feminidad o la masculinidad provoca tan a menudo discriminación entre los niños. Cada noche Furry se atreve a explorar un ala distinta del palacio en el que vive para, como dice Jacopo Bosio en un texto sobre la exposición, aprendee a "sentir los olores, las voces".

Quizá sean necesarias "generaciones" superar la discriminación pero la niña sabe que en sus salidad nocturnas, cuando es "peluda" sin sentirse avergonzada, "comenzarán de nuevo sus excursiones"  y será libre.

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