La guerra que no cesa

Policía herido en Katmandçu, en 2006.
Policía herido en Katmandçu, en 2006.
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Policía herido en Katmandçu, en 2006.

Los Objetivos del Milenio que en el año 2000 acordaron alcanzar para 2015 los países miembros de la ONU no pecaban de falta de ambición.

La lista incluye desde erradicar la pobreza extrema y el hambre hasta lograr la enseñanza primaria universal, pasando por promover la igualdad entre los géneros, reducir la mortalidad infantil, combatir el sida y otras enfermedades, garantizar la soste-nibilidad del medio ambiente o fomentar una aso- ciación mundial para el desarrollo.

No se atrevieron, sin embargo, a añadir lo que la historia parece empeñada en demostrar como imposible: el fin de las guerras. Quince años después, muchos de los conflictos que atenazaban entonces el plane- ta siguen vivos, otros nuevos llevan camino de enquistarse, y tan solo unos cuantos se han resuelto. Enterrada ya la Guerra Fría, el llamado nuevo orden mundial duró poco.

La zona más caliente del planeta

La guerra global contra el terrorismo liderada por EE UU tras la masacre del 11-S volvió a incendiar Oriente Medio, la zona más caliente del planeta, donde, tras las frustraciones de la Primavera Árabe y el auge del fundamentalismo religioso, se solapan guerras viejas y nuevas (Siria, Irak, Yemen, Palestina), las heridas no se cierran, mandan los intereses económicos y geoestratégicos, y se ignora la legalidad internacional.

En África, países como la R. D. del Congo, Nigeria, Sudán o Somalia continúan sufriendo conflictos endémicos ante el olvido y la indiferencia del mundo. Los frentes abiertos tras la desintegración de la URSS se mueven ahora desde el Cáucaso hacia el este de Europa (Ucrania), mientras renace la tensión entre Rusia y Occidente.

Conflictos

El número de refugiados no para de crecer, al tiempo que el primer mundo se blinda contra la inmigración, resurgen las ideologías de extrema derecha y la integración europea se erosiona por las diferencias norte-sur y los nacionalismos.

El sudeste asiático está aún lejos de alcanzar una mínima estabilidad. La amenaza nuclear persiste, y Corea del Norte se enroca en su agujero totalitario.

Muchas partes de Latinoamérica (especialmente México y, aunque con algo más de esperanza, Colombia) permanecen inmersas en una violencia intolerable. Los derechos humanos siguen violándose a diario, y millones de personas viven aún bajo férreas dictaduras.

Las guerras entre Estados han ido desapareciendo, pero los conflictos internos (propios o generados por otros países), y el terrorismo, mantienen el nivel de violencia. Los siguientes mapas muestran dos instantáneas de un mundo en el que un obsceno porcentaje de la población sigue conviviendo día a día con la guerra.

2000

-Nepal. La guerra civil que enfrentó al Gobierno monárquico de Nepal con los rebeldes maoístas que pretendían instaurar una república popular comenzó en 1996 y se prolongaría durante diez años, a lo largo de los cuales morirían más de 12.700 personas. El acuerdo de paz permitió a los maoístas entrar en el Gobierno a cambio de entregar las armas a la ONU.

-Sri Lanka. En el año 2000 continuaba la guerra civil iniciada en 1983 entre el Gobierno y los Tigres Tamiles, un grupo militar separatista. No concluirá hasta 2009, cuando los Tamiles fueron derrotados, y su líder muerto en combate. La guerra causó en total unos 100.000 muertos.

-Timor Oriental. La presión internacional hizo que en 1999 Indonesia accediese a celebrar un referéndum en Timor Oriental, en el que el 79% votaron a favor de la independencia del territorio. Tras la consulta, milicias proindonesias, con la colaboración, o el beneplácito, del Ejército y de la Policía, masacraron a la población civil (2.000 muertos) y destruyeron el territorio. La ONU, cuya intervención fue permitida por Indonesia, restauró el orden e impuso en 2002 la opción soberanista que habían determinado las urnas.

-Sierra Leona. La guerra civil que comenzó en 1991 por la rebelión del FRU (Frente Revolucionario Unido, financiado por el líder liberiano Charles Taylor) no finalizaría hasta 2002, después de haber causado más de 200.000 muertos. El conflicto, entre el FRU, de mayoría Temne, y los diferentes gobiernos de mayoría Mende, se alimentó de las rivalidades étnicas y los intereses económicos, y se caracterizó por las numerosas masacres, el uso masivo de niños-soldados y el tráfico de diamantes como método de financiamiento de las fuerzas rebeldes.

-Etiopía y Eritrea. A finales de 2000 concluyó la guerra entre ambos países, que había estallado dos años antes a causa de las diferencias fronterizas que persistieron tras independizarse Eritrea de Etiopía en 1993. El acuerdo de paz fijó una zona temporal de seguridad desmilitarizada, dentro del territorio de Eritrea, y ocupada por cascos azules de la ONU. En la guerra murieron entre 100.000 y 300.000 personas, según las fuentes.

-España. La violencia de ETA se intensificó en el año 2000, que arrancó con la ruptura de la tregua que había declarado unilateralmente la banda terrorista en 1998. Con un total de 23 asesinados, fue el año con más muertes desde 1992 y hasta el cese de la actividad armada etarra, en 2011.

2015

-Siria. La guerra civil en Siria, que ha entrado ya en su quinto año, tiene su origen en las protestas contra el régimen dictatorial del presidente Bashar al Asad, que, con el trasfondo de la llamada Primavera Árabe, se iniciaron 2011, y que el régimen reprimió de forma brutal. La entrada en el tablero del yihadismo fundamentalista ha estancado un conflicto que se ha saldado ya con más de 210.000 muertos.

-Libia. La revolución que, con el apoyo de la OTAN acabó en 2011 con el régimen de Muammar al Gadafi no supuso el fin de la violencia en Libia. La guerra por el control del territorio entre las diversas facciones rebeldes sigue desde entonces, con dos gobiernos actuando de forma paralela.

-Egipto. Las esperanzas generadas por la revolución que precipitó la caída de Hosni Mubarak en 2011 no han hecho más que frustrarse. En 2012 el islamista Mohamed Mursi resultó elegido en las primeras elecciones transparentes en la historia del país. Tras numerosas protestas, los militares lo derrocaron en un golpe de Estado en 2013.

-Yemen. En Yemen se superponían cuatro conflictos: el que enfrentaba al Gobierno con la guerrilla hutí; las revueltas separatistas en la región de Adén, las protestas cívicas de la Primavera Árabe y la presencia de los grupos armados yihadistas asociados a Al Qaeda. El pasado mes de enero, los hutíes (chiíes) lograron controlar la capital y forzaron la salida del nuevo presidente, Abd Rabu Mansur Hadi.

-Ucrania. Tras ser depuesto el presidente Víktor Yanukóvich por la presión popular, tropas rusas entraron en Crimea, que declaró unilateralmente su independencia de Ucrania. Moscú promulgó la anexión del territorio. La tensión y los combates aumentaron tras la ocupación por parte de grupos prorrusos de ciudades del este de Ucrania.

-Pakistán. Aparte de la disputa que mantiene por el estado de Cachemira, que actualmente pertenece a la India, Pakistán sufre desde hace una década un conflicto en el noroeste del país, que enfrenta al Ejército gubernamental con grupos armados religiosos, movimientos locales y elementos de la delincuencia organizada, apoyados por grupos terroristas y contingentes de muyahidines. El conflicto estalló cuando las tensiones provocadas por la búsqueda de miembros de Al Qaeda por parte del Ejército paquistaní derivaron en enfrentamientos con combatientes de la región de Waziristán. Mientras, los lazos con EE UU se debilitaron por una serie de incidentes en 2011, entre los que destaca el asesinato del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, en una operación no autorizada de comandos de EE UU en el norte del país.

-República Centroafricana. Vive una grave crisis desde 2012, cuando facciones rebeldes musulmanas se alzaron contra el entonces presidente François Bozizé. Las negociaciones entre el Gobierno y Séléka finalizaron con la firma de un acuerdo de paz en 2013, pero los rebeldes perpetraron un golpe de Estado que depuso a Bozizé y situó al frente del país al líder de Séléka, Michel Djotodia. Djotodia dimitió en enero de 2014 ante una oleada de violencia que provocó centenares de muertos (los milicianos de Séléka atacaron barrios y aldeas cristianos; los grupos de autodefensa, enclaves musulmanes). En febrero de 2014, la ONU desplegó 3.000 soldados para reforzar a los 6.000 militares de la Unión Africana y 2.000 franceses que se encontraban ya en el país.

-Nigeria. Desde 2010 es escenario de brutales atentados, en su mayoría perpetrados por el grupo islamista Boko Haram, asociado ahora a los yihadistas de Estado Islámico en Siria e Irak, y que lucha por imponer la ley islámica en Nigeria. Solo en 2014, Boko Haram mató a unas 3.000 personas. Nigeria sufre asimismo el conflicto del delta del Níger, que surgió por las tensiones entre las empresas petroleras internacionales y los pueblos locales en la década de los noventa. La competencia por la riqueza petrolera ha alimentado la violencia.

-Mali. La inestabilidad de Mali, un país con estratégicos yacimientos de uranio, se agravó en 2007. Al tiempo que grupos rebeldes hostigaban a la población local y se producían secuestros y asesinatos de occidentales, el MNLA se levantó en armas para reivindicar la autodeterminación del norte del país. La revolución tuareg, de la que, en parte, se apropiaron los islamistas, surgió al abrigo de la guerra en Libia. En 2012 se produjo un golpe de Estado, y en 2013 la crisis empeoró ante el avance de los grupos radicales islámicos, lo que provocó la intervención militar de Francia. En febrero de 2015 el Gobierno y los rebeldes firmaron un alto el fuego, pero los enfrentamientos y los atentados continúan.

-Somalia. Marcada por las luchas entre los clanes que lideran los llamados señores de la guerra, carece de un Gobierno estable desde que en 1991 fue derrocado el dictador Mohamed Barre. Tras la guerra civil de los noventa, los dominios territoriales se consolidaron, pero los enfrentamientos entre clanes continuaron. En 2006 se creó una alianza entre varios señores de la guerra para contrarrestar el poder de las cortes islámicas. Etiopía apoyó al presidente Yusuf Ahmed, y Eritrea envió armas a los islamistas. En 2004 varias facciones acordaron un Gobierno de transición, y en 2012 se aprobó una Constitución provisional. Pero, a pesar de los últimos avances políticos, Somalia sigue inmersa en luchas armadas para instaurar un Estado islámico. Desde 1991, el conflicto ha causado más de 400.000 muertos y millones de refugiados y desplazados internos.

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