El departamento de Genética de la facultad de Ciencias está más que saturado. 1.157 alumnos se reparten entre 16 docentes (72 estudiantes por profesor y en el caso de las asignaturas troncales, 104 alumnos por enseñante). Mientras el número de alumnos crece cada año, el espacio sigue siendo prácticamente el mismo desde su fundación en 1969.

Un informe de autoevaluación enviado al Rectorado este mes advierte de que «el mobiliario de los laboratorios no ha sido renovado nunca, a excepción de algunas encimeras en 1997». Los muebles metálicos están oxidados en varios puntos y los de madera hinchados debido a las repetidas humedades provocadas por las fisuras de agua del edificio.

«La situación», afirma Juan Pedro Martínez, director del departamento, «no es la más adecuada para investigar, pero hasta que se realice la reforma de todo el edificio (de seis plantas) dentro de unos años tenemos que arreglarnos poniendo parches».

El Gabinete de Prevención y Calidad Ambiental de la Universidad ya advirtió de esta situación en 2001, pero no se ha puesto remedio.

«Los laboratorios no están adaptados a las normas de seguridad e higiene, no existen salidas de emergencias, ni escalera de incendios y los niveles de iluminación no son los adecuados», refleja el informe, y son sólo algunas de las deficiencias.

El mantenimiento de las instalaciones tampoco es, según los profesores, el adecuado. «El servicio de limpieza pasa una vez por semana  y con el material que tratamos y las más de mil personas que trabajamos aquí no es higiénico», dicen.

Tuberías y electricidad

Los desagües son de lo que peor funciona en Genética y eso provoca goteras en los laboratorios. La instalación eléctrica sí que se modificó en 1997, junto con el resto de la facultad, pero el  sistema de emergencia para que a los aparatos nunca se apaguen no se activó y en cambio se puso en marcha otro que «ya ha destrozado más de un ordenador», dicen los docentes.